Ayer volvió a ser un día exigente con otras 10-12 horas de barco que terminaron con un desembarco a lo “marine” en la otra cara de la isla. De nuevo transportando las muestras por tierra mientras nosotros caminábamos hasta el laboratorio. Eolo nos está castigando, pero ayer conseguimos terminar los puntos más oceánicos y profundos. Doloridos, cansados y satisfechos. El estado basal de un oceanógrafo en terreno cuando las cosas están saliendo bastante bien 😉 No obstante hoy también hemos tenido que madrugar porque debemos aprovechar antes de que la Karpuj se vaya para colocar nuestro anclaje.
Un anclaje consiste en un peso grande (165 kg de cadenas en nuestro caso) que se va al fondo del mar y actúa de ancla para el resto del equipo. En este caso unos 200 m de cabo que llevara colgados diversos sensores que registrarán en el agua de forma continua la temperatura, salinidad, cantidad de luz y concentración de oxígeno y CO2. El anclaje lleva incorporado un equipo llamado liberador acústico que, al recibir una señal determinada se libera del peso muerto, ascendiendo el resto del anclaje por la flotación de las boyas que lleva a lo largo del cabo. Después de estar toda la mañana marcando el cabo, armando y colocando los equipos vino la parte complicada. Las olas hacían imposible cargar los materiales por las rocas de la base, así que hubo que movilizar todo (unos 350 kg en total) a mano desde el almacén hasta la zona donde la moto de nieve pudo cargarlas (ver foto 1) y llevarlas hasta la playa desde donde las embarcaríamos. Fueron varios viajes de moto más luego volver a mover todo a mano hasta el pequeño bote de goma que las llevaría a la Karpuj. En total la maniobra demoró casi 4 horas y todos terminamos exhaustos. Son equipos pesados, voluminosos y de difícil transporte y la superficie irregular y resbaladiza de la playa de rocas lo ponía aún más “divertido” si cabe. Luego tocó armar los detalles finales a bordo de la Karpuj (ver foto 2), marcar el punto con las condiciones deseadas (profundidad de la zona principalmente) y navegar hacia él con todo el equipo extendido por la popa hasta soltar las cadenas que lo llevaron hacia las profundidades antárticas, dónde quedará todo un año registrando información continuamente. Una información valiosísima para nosotros. Después de todas las maniobras, incluyendo desembarco por la otra cara de la isla y la caminata de rigor hasta la base, termínanos cenando a las 23:00. Cansados, pero contentos (ver foto 3) ya que el esfuerzo de hoy representa un hito para nosotros y hasta donde yo sé para la oceanografía chilena. Por primera vez un equipo chileno ha instalado en aguas antárticas un anclaje para registrar las condiciones del agua durante todo un año. Esperemos que el año que viene cuando lo recuperemos, si los icebergs nos lo permiten, la información que nos entregue nos ayude a resolver algunas de las preguntas que han ido surgiendo. Además del precio de los equipos, bastante caros, colocar el anclaje costó mucho sudor, esfuerzo físico y varias decenas de exabruptos. La mayoría míos para ser honesto. Todo ello bien invertido si el equipo nos llega a dar los resultados esperados. Ahora toca esperar todo un año mordiéndonos las uñas mientras pedimos a Poseidón que los hielos nos respeten.
Suena de fondo ¨Living for the city¨ de Stevie Wonder.