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Pedro J. Armesto

A veces pienso; otras cambio de menú

Bienaventurados los que saben reírse de uno mismo, porque nunca terminarán de divertirse.

“Hoy en día la gente sabe el precio de todo y el valor de nada” Oscar Wilde.

  Es de buena educación al presentarse en un escrito,- al menos así era en la época donde aún la pasión al papel la transmitían el bolígrafo o la pluma-,colmar de buenos deseos al interlocutor,indagar en que se encuentre bien, e indicarle, simplemente por cortesía,que quien escribe está en perfecto estado. Ese tiempo parece que pasó al recuerdo,pero qué quieren que les diga, sin tener el medio siglo aún me emocionan las formas de antaño. Alguien cercano me definió no hace muchos días como “ácido y crítico”, un tanto sorprendido, indagué en ello, pregunté a quien soporta mis días si podía ser cierto,no lo negó; Más bien se vio sorprendida porque no fuera consciente de ello.

 En fin, que dadas las circustancias, aquí me tienen, dispuesto a hablar de todo un poco,sin ser maestro de nada,ni siquiera aprendiz de todo, reconozco tener muchas limitaciones. Los modernos ahora lo  llamarían algo “ecléptico”, y se quedarían tan anchos. No aspiro a más que compartir espacio virtual, ya que Gijón se me escurre siempre  entre los sueños que no se cumplen, al menos, la cercanía con su medio más de casa estoy seguro que como a otros tantos me reconfortará el ánimo.

  Hay días de ánimos inciertos,en los que se intenta buscar el sabor de los recuerdos,pero varía tanto su tono,que no hace más que engordar la memoria, inflándola con recuerdos que se tornan por la lejanía física y temporal en sueños.No hay dos recuerdos iguales,como no hay dos caricias iguales, sino ,¿Qué valor tendrían ?. En las horas nocturnas de los sueños uno aspira y respira los sabores de ese viejo Gijón vivido antaño antes de dormir,alimentando los suspiros del nordeste, buscando olor a salitre,perfecto augurio que invita a abandonarse sobre las almohadas a la espera de un descanso placentero, acurrucado entre historias pasadas.

  Hay ocasiones en las que se atraviesa ese páramo seco y desolado,nada apetecible ni reconfortante,de noches tan absurdas que sólo sirven para dormir.Son noches de naufragio para el alma,los gozos, los sentimientos, tal parecen que embarrancaran en alguna esquina oscura, en ese ángulo muerto donde ni siquiera los olores a mar bravío,pradera,o menta fresca recién cortada y removida con la yema de los dedos logran distinguirse, por mucho que se prolongue el amanecer.

  Empezaré una nueva etapa gijonesa,en la lejanía,una forma de vivir de nuevo,revivir,acordarse,llegar de nuevo a ese punto donde se localiza el ser de cada uno,única propiedad privada que realmente tenemos.Morarán los recuerdos,los silencios, las miradas, los fantasmas,incluso las preguntas uno tiene suerte,incluso alguna respuesta.

  Al abrigo de los sabores pasan de largo los miedos a perder la memoria. Hay recuerdos que lastiman, a esos los llamamos sinsabores,parece que a uno le reproche el alma,como en un leve susurro,,sentirse itinerante por el mundo,cuando realmente nacemos itinerantes para la vida.

  Ruego a la suerte iniciar  ésta nueva etapa en Gijón,que permite materializar el sueño de un descanso reconfortante,como dormido sobre un colchón de plumas de primavera.

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Gijón

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Sobre el autor

Periodista. Experto en comunicación, otros hablan con su voz, en ocasiones otras voces interpretan sus razonamientos. Desterrado, lleva toda la vida intentando volver a su Gijón del alma,como no puede físicamente,lo hace virtualmente


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