(“Veo la barba y el manto, pero no veo al filósofo”).
Sapientum octavo
Vaya por adelantado la no existencia de ninguna manía persecutoria ni ganas de ataque “ad hominem”. Simplemente el interés de plasmar sensaciones, basadas en hechos fehacientes, comportamientos contrastables, en el ser y hacer del líder político Pablo Iglesias Turrión, como en anteriores ocasiones he realizado sobre otros.
Sapientum octavo, era la forma graciosa, jocosa con la que se aludía en la era antigua a quien se creía, presumía de actuar, pensar, gracias a su condición de intelectual. La sorna residía los grandes sabios de Grecia eran siete. Apunta Sócrates en el relato de los siete sabios, “Es la humildad la madre de la sabiduría”.
Si se profundiza un poco en el análisis del por qué del encabezado, podríamos dirigirnos a Karl Popper, y así entenderíamos cómo pueden auparse a los puestos más altos de la representación política patria, especímenes como los que desde su forzada seriedad y gesto de dureza, pontifican su absoluta e indiscutible sapiencia. Son poseedores, como Popper indica, de “La verdad revelada”, denominador común sobre el que se asientan los totalitarismos, personalismos, fanatismos religiosos, y restos de –ísmos, nazismo, nacionalismo….etc..
Según ésta teoría, los devotos seguidores, creyentes fanatizados de los movimientos citados, dan por “verdades probadas” tanto si los hechos narrados por el líder producen un resultado, o el contrario. Su verdad, o post-verdad, no puede ser falsa, esa es su premisa. Si alguien osa ejercer su libertad y derecho a opinar diferente, o demostrar error, pasan a ser atacados y desprestigiados inmisericordemente, acosados por quienes son los depositarios de la razón transmitida. Si por el contrario se guarda silencio, para evitar enfrentamiento, demostraría que la falta de acción y crítica se debe a que ellos dan por sentado que gozan de la verdad revelada, eso demostraría la falta de discurso contrario.
Los nuevos políticos recién llegados, sean del signo que sean, no dejan de pertenecer a un grupo un tanto particular y lustroso, me explico: Individuos criados, acunados en la comodidad absoluta. En el caso de Pablo Iglesias Turrión y sus compañeros de formación, son del tipo de personajes que antaño se podían calificar como “niños mal de clase bien”, no es una opinión, ellos lo corroboran con sus acciones y declaraciones. Han disfrutado de becas que oiga, yo no he visto en mi vida estudiantil, viviendas, trabajos por encargo, en condiciones de precio, plazos de entrega, no presenciales, de materias ajenas a su área de estudio y generosamente remuneradas. Paradójicamente todo ello disfrutado por quienes quieren instaurar su modernidad política sustentada en posiciones decimonónicas, ya probadas, fracasadas y quedando perfectamente demostrado su no funcionamiento, tiene mérito la cuestión.
Hace tiempo, en otro artículo, manifesté que la evolución de la nueva política sólo había logrado un cambio: “Antes los políticos nos tomaban por tontos, ahora los nuevos dan por hecho que lo somos”. Nutren sus filas de los desencantos, las pérdidas de oportunidades, de fuentes de ingresos, de posicionamiento en la sociedad, de corrupciones. Ante la falta previsible de futuro no quieren bajar de esa burbuja en la que han vivido, del gratis todo. Aparentar estilos de vida artificiales, que no les corresponden, y que todos sus deseos, caprichos y necesidades se cubran desde el Estado, sin nada a cambio, sin poder explicar ni el cómo, ni de dónde.
Los discursos huecos, deliberadamente vacíos, alabando regímenes pasados y presentes de una izquierda y progresía pueril, donde siempre, sin excepción, sus teorías han demostrado que llevadas a la práctica jamás han repartido ni beneficios ni riqueza entre todos, más bien han esparcido la pobreza entre la ciudadanía, preservando las prebendas y el culto al líder y allegados.
Atribuyen a Churchill,- es un clásico atribuir al Premier británico-, “El socialismo fracasa cuando se acaba el dinero de los demás”. La verdad, quién soy yo para contradecir al abuelo Winston… Parece ser que se olvidan de un principio existente en la Ciencia. Su interés por absorber a toda la izquierda: IU, Mareas, Compromís, etc. y su onírico sueño de paladear la ingesta del PSOE, no lo olvidemos, le sitúa teóricamente en una suma de votos y su traducción a escaños, con la que ya se ve aupado y proclamado Caudillo plenipotencial. Craso error, en química, Sr. Iglesias , la suma de mezclar dos líquidos miscibles similares, puede sorprender dando lugar a que la disolución resultante, presente un volumen inferior.
Sólo desde una posición de soberbia, por mucho que quiera revestirla de falsa dignidad, desde el ego más obsceno, presentado como personalidad abrumadora, y una conducta chabacana y absurda que intenta camuflar como elocuencia y dominio de la palabra, tiene más que suficientes números para que su esperpéntica moción de censura se convierta en una obstinada forma de suicidio político por sobreexposición a la ciudadanía.
Insista en plantar cara al euro, salir de la UE, dar la espalda a la OTAN, abrazar no al nacionalismo, sino al secesionismo y la traición al Estado, todo para perpetuarse Ud. y sus elegidos en algo donde cotizar, y verá que más pronto que tarde,- reconozco que es un deseo personal-, su masa votante menguará. Es inaudito que quienes niegan la Nación, quieran gobernar España, paseando conceptos propios de exabruptos por botellón de calimocho con marcas blancas. Ya quisiera cualquier estado federal, gozar de los poderes que tienen las autonomías. Ha sido Obama, el último que volvió a contestar a los cientos de miles de firmas desde Texas que solicitan la independencia del estado de la estrella solitaria, con un escueto “No; no lo contempla la Unión”. Algo similar hizo el pasado año el gobierno federal alemán, ante una pregunta de su díscolo länder bávaro. “No tiene cabida en la Constitución, por tanto no puede contemplarse”.
Empezó Ud. arengando como Lenin,- enviado en tren por los alemanes para desestabilizar Rusia-, tras Vistalegre mudó en Stalin, purgando a los menos afines, ahora, tras todo el tiempo que copará los medios, editoriales y tertulias con su sobreexposición por la insulsa moción de censura que presenta, si nota abandono de seguidores en bloque, recuerde el final de Ceaucescu, no sea que, -evidentemente en sentido figurado y no como deseo o intención-, acaben queriendo pagarle los suyos con la misma moneda.