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Adrián Ausín

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La noche no es para ti; no para mí…

Los jueves han muerto, los viernes casi y los sábados resultan insoportables. El último jueves quedé con dos colegas de la vieja guardia para tomar una cerveza y cuando apurábamos la segunda el bar se había quedado desierto. Apenas eran las once de la noche y donde había un barullo razonable de repente quedaban sólo los camareros y nosotros. La peña se había evaporado. Lógico, pues el viernes es día de curro, pero no tan lógico años atrás. La situación me recordó mi primer periplo yanqui. Estabas en un pub en Washington con una marcha del copón, paraba la música en seco y la gente abandonaba el local con desconcertante tranquilidad. Parar así, de cuajo, debía de ser muy malo para el corazón, pensaba yo entonces. Nunca imaginé que acabaría viéndolo en Gijón. Pero evidentemente hay muchos factores confluyentes en esta ‘desactivación’ de la nuit. Básicamente hay uno: no hay tela que gastar. Y otro: cada vez jode más madrugar.

De Marqués de Casa Valdés, de esa sana cena consistente en dos pintas y tres platos de frutos secos (estamos ya como las gallinas), los tres amigos se redujeron a dos, pues uno acababa de consumar la víspera la heroica gesta de hacer cola 17 horas en el Grupo Covadonga para inscribir a sus hijos a un cursillo. Eran las once de la nuit. Pronto, digo yo. Entonces le pregunto al experto, consumado soltero: ¿Y ahora qué? ¿Dónde sueles ir? No lo tenía muy claro. Los jueves no hay ni hoxtias, insistió. ¿El Carmen? Vale, El Carmen, pero tampoco te creas que va a haber mucho. Allá nos fuimos, a la gran reserva de elefantes. En efecto, cuatro gatos talluditos, ambiente de retirada. Visto lo visto, pasamos de la pinta a la caña, que más bien parecía un corto. Apuramos como en el Oeste y atravesamos el Marqués, la Plaza Mayor, San Bernardo y el Varsovia, testificando la defunción colectiva. No habían dado las doce campanadas y estaba en casa. Inaudito.

Cuando tenía el depósito de gasofa lleno, el jueves y el viernes eran sagrados. Nunca me gustó el sábado; que cambiaba por bonos para cualquier día de la semana. Siempre tenías ambiente en el Escocia, tertulias, futbolín, compadreo. Luego la noche derivaba por cualquier sitio. Ahora todo aquello es tierra quemada. Sin el Escocia, sin el Savoy 2, sin el Caracol, sin el viejo Varsovia (el nuevo está chulísimo, aunque puretilla) uno no sabe muy bien dónde reubicarse, dónde quedar para el pimple. Te sientes extranjero en tu ciudad y, al final, sales menos. ¿O será simplemente un síntoma de podredumbre?

Gijón y otras hierbas

Sobre el autor

Adrián Ausín (Gijón, 1967) es periodista. Trabaja en el diario EL COMERCIO desde 1995. Antes, se inició en la profesión en Bilbao, Sevilla y Granada. En 2019 escribió para el Ateneo Jovellanos el catálogo 'Gijón Escultural'. Luego publicó la novela por entregas 'Cilurnigutatis Boulevard' en Amazon (2021). De la comedia pasó a la tragedia, sin anestesia, en la distopía 'El buen salvaje' (2022), donde denuncia los peligros para el hombre del abuso de las nuevas tecnologías. 'García' (2023) se pasa al costumbrismo con todos los ingredientes de la novela clásica, ambientada en el Gijón de 1979.


septiembre 2011
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