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Adrián Ausín

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Historias de viejos

A esa edad provecta en la que la vida se ve diferente pasan cosas muy curiosas. Voy al Hospital de Cabueñes a visitar a un singular hombre de 93 años, a la sazón mi tioabuelo. Se cayó y tiene al parecer una vértebra aplastada. Gran putada. El caso es que hago una parada en el quisoco del hospital para comprarle ‘El país’, su periódico de cabecera en los últimos treinta años más o menos. Me acerco a él para que me oiga bien y le grito: Te traje ‘El país’ para que leas un poco. ¿’El país’? A mí me gusta el ‘Abc’. Su réplica me descoloca y, entre risas, le llamo traidor. Como se entere Rubalcaba, te expedienta. Él sonríe y se justifica: El ‘Abc’ tiene una portada muy colorida, comenta aireando una mano. Ese es todo su argumento, asociado quizás a la pérdida progresiva de la visión y la dificultad progresiva para leer. Él, que tras irse con la División Azul a invadir la Unión Soviética hace 70 años se volvió un hombre de izquierdas, ahora lee el ‘Abc’. En su larga vida han tenido cabida las tropas franquistas, las socialistas y ahora el periódico de la grapa, con una motivación tristemente senil. Después de vieyu, gaiteru.

Como dicen que no hay mal que por bien no venga, este señor de los 93 años, a la sazón mi tioabuelo, quiere volver a la residencia. Ahora la echa de menos, pese a que en los nueve meses que lleva en ella solo le hemos escuchado lamentos. La caída le ha hecho caer en la cuenta de que quizás esté más aclimatado de lo que creía. Algo es algo. Incluso ha mencionado el nombre de su compañero de habitación, un tipo hosco y maleducado que no le dirige la palabra. Llega la hora de comer y me despido. Tengo invitado en casa. Cuando le hablo de mi tioabuelo y de la partida de ajedrez que echamos en el salón de mi casa hace unos meses (seguía moviendo las piezas con gran criterio), mi colega me replica con otro nonagenario, un farmacéutico aún ejerciente casado con su tía. Una vez cumplidos los 90, este buen hombre le mostró una gran inquietud. “Sólo me quedan diez años de alquiler de la botica y si no me lo renuevan… ¡Puedo quedar en la calle!”. Increíble, pero cierto. El farmacéutico temía tener que buscarse local a los cien años. Y encima lo contaba.

El pasado enero, unos clientes de un restaurante de La Providenica llamaron a la policía indignados por el espectáculo que contemplaban: un hombre de 95 años bajaba al sótano por una escalera, subía, bajaba, subía y bajaba. Cuando llegaron los agentes, el señor, llamado Rufino, les dijo que estaba en su casa y que hacía lo que le daba la gana. Los polis tuvieron que irse porque Rufino jamás paró quieto un segundo en su vida; en el bar, en el merendero, en la cocina, en la huerta, hasta que falleció, pocos días después de aquel incidente policial, tras un repentino bajonazo en su salud. Murió con las botas puestas, como tiene que ser. A mi tioabuelo parece que le está abandonando la lucidez, pero cuando marché de su habitación le lancé un órdago a sus ganas de vivir, un reto para mi siguiente visita: “Jano, peón cuatro rey”.

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Gijón y otras hierbas

Sobre el autor

Adrián Ausín (Gijón, 1967) es periodista. Trabaja en el diario EL COMERCIO desde 1995. Antes, se inició en la profesión en Bilbao, Sevilla y Granada. En 2019 escribió para el Ateneo Jovellanos el catálogo 'Gijón Escultural'. Luego publicó la novela por entregas 'Cilurnigutatis Boulevard' en Amazon (2021). De la comedia pasó a la tragedia, sin anestesia, en la distopía 'El buen salvaje' (2022), donde denuncia los peligros para el hombre del abuso de las nuevas tecnologías. 'García' (2023) se pasa al costumbrismo con todos los ingredientes de la novela clásica, ambientada en el Gijón de 1979.


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