De Gijón a Nava, a pinrel | Campo y playu - Blogs elcomercio.es >

Blogs

Adrián Ausín

Campo y playu

De Gijón a Nava, a pinrel

Aún quedan paisanos, cagonmimanto. Acabo de despertar con agujetas hasta en las pestañas, pero satisfecho. Ayer, a las diez de la mañana, estaba en la senda fluvial para iniciar con un buen amigo un Gijón-Nava a pie. Ahí es nada. La primera parte pasaba por subir hasta el Pico Fario. Fue en realidad la menos bonita, por su proximidad a los humanos y por las feas construcciones con que nos adornamos aquí y allá. En tres horas y media estábamos encumbrados, con Gijón al fondo entre brumas. Entonces comenzó la caminata más guapa, cresteando por toda esa ladera montañosa que marca la divisoria entre la Asturias costera y el valle de Nava. El objetivo era el Alto de la Campa, donde pensábamos comer. En ese trayecto apareció el primer corzo. Para entonces ya habíamos hecho un amplio repaso de nuestras vidas, el calor apretaba y el hambre también. Pasadas las tres de la tarde estábamos en el restaurante El Mariñán, el único del popular paso entre el cocejo de Villaviciosa y los de Cabranes y Nava. Me llamó la atención ver una gasolinera de Cepsa cerrada, con un gran tractor aparcado en medio.

¿Y si el restaurante está cerrado? Mi amigo me aseguró que estaría abierto. Y acertó. Pero no le arriendo la ganancia a un futuro excursionista pues comimos solos mientras unos vieyos echaban la partida. Ensalada mixta, pollo al horno, tarta de naranja (casera) y dos cafés con hielo. Esa fue mi elección y me quedé como un pepe. Miguel pidió paella, merluza y natillas. Creo que lo mío estaba mucho más rico; pero no vamos a discutir por eso. A los postres entablamos conversación con las tres cocineras, que se pusideron a comer en la mesa de al lado. Nos prestó decirles que veníamos caminando de Gijón y les preguntamos, socarrones, si quedaba mucho para Bilbao. A eso de las cinco, con la panza llena, reiniciamos la marcha. Seguimos cresteando por una pista muy amplia y al momento divisamos Valdediós a nuestros pies. Bonita estampa. Un poco más adelante, vimos Villaviciosa al fondo. Un gran pinar, precioso, empezó a escoltarnos a ambos lados del camino, con grandes praderas en los claros. En una de ellas folgaba otra pareja de corzos. Fue sin duda la parte más guapina del trayecto.

Cuando iniciamos el descenso empezamos a atravesar pequeños pueblos muy cuidados. En el primero, bebimos de una fuente levantada el 11-11-2011 junto a la marquesina que hacía las funciones de parada de autobús. “Anda, mi cumpleaños. Ese día cumplí 44”, informó Miguel a las dos vieyinas que esperaban sentadas. “Nosotras tenemos algunos más”, contestaron. “Bueno, 47 o 48”, les replicó cortés. Pasamos pueblos muy arreglados, muy curiosinos, con praos definidos por murias con un solitario árbol enmedio. Recuerdo los nombres de Los Tayones (de donde es Silvester Stallone) y Pruneda, ya en las faldas del valle. Allí le preguntamos a una señora por el camino más corto hacia Fuensanta y nos dejó un horario de trenes que nos permitió calcular bien la llegada. En el apeadero de Fuensanta, dos kilómetros más allá de Nava, paraba un tren a las 8.37 de la tarde. La señora, muy maja, nos pedía que le gritásemos porque no oía y su madre, muy mayor, se acercó hacia nosotros en el último momento porque “quería vernos”. “No mamá, si no les conoces. Yo tampoco les conozco”. “Ahhh…”, replicó lastimosa.

A las ocho de la tarde llegamos al apeadero. Habíamos caminado diez horas, con la parada para comer y habíamos recorrido, calculo, unos 40 kilómetros. Intentamos tomar algo en un bar, El Empalme, que está a unos 50 metros, en plena carretera, pero estaba cerrado. A las ocho y diez le digo: “Miguel, algo falló. No ha habido incidente” (pues siempre pasa algo cuando vamos al monte). “Ya”. Pero entonces le añado: “Mira en el GPS  a ver cuánto caminamos”. Me replica que no lo puede ver hasta que lo conecte con el ordenador, pero entonces se palpa y me suelta: “¡No lo tengo!”. Se toca todos los bolsillos y no está. Así que él sale corriendo hasta el bar El Empalme y yo hasta los dos últimos cercados que atravesamos. Volvemos los dos al apeadero con las manos vacías a las 8.33. Faltan cuatro minutos para el tren. Él me dice que me vaya, que él se va a por su GPS, yo me quedo perplejo, seguimos mirando, él se acerca al lugar por donde cruzamos las vías, el tren se asoma desde el fondo de la recta y vuelve corriendo con el GPS en la mano. Subimos al tren in extremis. Al final ha habido un pequeño incidente. Se ha cumplido la regla. Y estamos sentados en el tren, cansados pero contentos. Haremos cambio en El Berrón y llegamos a Gijón a las diez de la noche. Entre las diez de la mañana y las diez de la noche hemos hecho Gijón-Nava-Gijón, caminamos por cuatro concejos y arreglamos el mundo varias veces.

Temas

Gijón y otras hierbas

Sobre el autor

Adrián Ausín (Gijón, 1967) es periodista. Trabaja en el diario EL COMERCIO desde 1995. Antes, se inició en la profesión en Bilbao, Sevilla y Granada. En 2019 escribió para el Ateneo Jovellanos el catálogo 'Gijón Escultural'. Luego publicó la novela por entregas 'Cilurnigutatis Boulevard' en Amazon (2021). De la comedia pasó a la tragedia, sin anestesia, en la distopía 'El buen salvaje' (2022), donde denuncia los peligros para el hombre del abuso de las nuevas tecnologías. 'García' (2023) se pasa al costumbrismo con todos los ingredientes de la novela clásica, ambientada en el Gijón de 1979.


marzo 2012
MTWTFSS
   1234
567891011
12131415161718
19202122232425
262728293031