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Adrián Ausín

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Voy poner un restaurante finolis

Creo estar preparado. El restaurante fino es ya un reto asumible. Son muchos los piropos paternos en cada pitanza casera (tú podías ser cocinero, tú podrías vivir de esto) y son también unos cuantos los templos gastronómicos visitados. Este verano, sin ir más lejos, hubo dos catas de interés: El Puerto, sabroso, con gran presentación y marco incomparable; y la Pondala, interesante, pero más convencional, acaso de fama excesiva. Ahora bien, con vistas a poner un ristoran finolis, de esos de plato inmenso, manjar reducido y precio de restallu, me quedo con la experiencia de Casa Gerardo, en el lejano Prendes. Dos veces acudí en los últimos tiempos y dos menús de degustación deglutí con sabores excelsos, acompañados de buenos vinos y ambiente sobrio. Bloody Mary, navaja descomunal, croqueta de noséqué, tronco de pixín… Todo delicioso, todo explicado por el gallardo camarero con esos recitados que tal parecen inspirados en Góngora y Quevedo juntos (crujiente de navaja de mar con emulsión de limón al vapor, láminas de atún confitadas en jugo de oricio…). Al espectáculo gastronómico, en Casa Gerardo, le acompaña la parafernalia de la puesta en escena de padre e hijo. Está uno a media cena cuando de repente una cara conocida comienza a descender directamente por las escaleras que vienen de la cocina. Ahí baja el padre, majo él, con oficio, con batín blanco y gafas, la cara enrojecida como un centollo y las facciones homologables a un ejecutivo nipón. Coño, si viene a la mesa. Se acerca el patriarca del vetusto negocio y pregunta:  ¿Qué tal? Pues muy bien. Luego viene una broma desenfadada. Por ejemplo, comentar algo referido a alguna mujer de la mesa, o algo sobre el tiempo en Asturias. Dos minutos de cortesía y se va a otra mesa. Lo curioso es que media hora después vuelve a ‘abrirse’ la pasarela. Entonces baja el hijo. Y comienza una nueva ronda. El muchacho, quizá para romper la timidez, ataca más fuerte que el padre. Viene de la misma escuela, pero le falta su temple. Suelta como un torpedo que vaya moreno de lámpara tiene la esposa (falso), así como para romper telarañas de golpe, y luego espeta otra parecida. La experiencia gastronómica es buena, el precio un poco obsceno y el show va en la minuta. Uno imagina un progresivo perfeccionamiento según el cual la irrupción de padre e hijo se acompañe de una iluminación directa, redonda, como la de los artistas en el escenario para amenizar a continuación su recorrido por las mesas cantando temas de ayer y de hoy. Frank Sinatra, Elvis, Musicales; con sombrero blanco en la mano y las luces siguiendo sus trayectorias.

Con estas experiencias acumuladas y con los piropos alentadores del pater, maquino ya ese nuevo templo del paladar más fino que ninguno, para el que, a falta de un nombre pegadizo, ilustrativo del rejón a endosar al incauto, ya dispongo de una docena de exquisiteces en la comanda. Ahí van para deleite del lector. Cocina con raíz+ I+D+I. El laboratorio gastronómico gijonés más trasgresor que se recuerde. Jamás olvidará semejante degustación si tiene los arrestos y la cartera lo suficientemente dispuestos:

1.Sarro caramelizado. 2.Cuesco hidrogenado con trufa. 3.Pelo de coño de Prendes al aguacate. 4.Salteado de ladillas bizcas desestructuradas. 5.Forúnculo con perejil y lámina de alcachofa. 6.Emulsión de ácaros. 7.Verruga deshuesada al champán. 8. Jugos gástricos solidificados. 9.Crujiente de testículo de urogallo al rockefort. 10.Reducción de zarzas. 11.Néctares invertidos. 12.Chupito evaporizado.

Este es el avance, en rigurosa exclusiva, de mis exquisiteces. La verdadera revolución de la cocina gijonesa. Sensaciones nuevas que dejarán al cliente la cartera del revés. Con crisis o sin ella. Coman, beban y paguen con abundancia. Ese será mi negocio, a falta de concretar alguna suerte de actuación musical complementaria.

PD.-Si alguien gusta de engrosar la nómina de manjares enunciados, la casa tomará nota adecuadamente.

 

 

 

 

Temas

Gijón y otras hierbas

Sobre el autor

Adrián Ausín (Gijón, 1967) es periodista. Trabaja en el diario EL COMERCIO desde 1995. Antes, se inició en la profesión en Bilbao, Sevilla y Granada. En 2019 escribió para el Ateneo Jovellanos el catálogo 'Gijón Escultural'. Luego publicó la novela por entregas 'Cilurnigutatis Boulevard' en Amazon (2021). De la comedia pasó a la tragedia, sin anestesia, en la distopía 'El buen salvaje' (2022), donde denuncia los peligros para el hombre del abuso de las nuevas tecnologías. 'García' (2023) se pasa al costumbrismo con todos los ingredientes de la novela clásica, ambientada en el Gijón de 1979.


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