Anda mi hermano David, entre Monte Perdido y el Aneto, haciendo eso que los montañeros de verdad convienen en llamar ‘una invernal’. Usea, tirarse al monte en pleno invierno, armado hasta los dientes, dispuesto a tener una experiencia religiosa: estar diez días protegido de las nevadas en una tienda de campaña, ver un amanecer entre nieves con unos resoles de fondo que servirían perfectamente de fondo de un libro de texto de religión, tomar un café milagroso en un refugio y, si toca la lotería, coronar un tres mil con permiso de la diosa naturaleza. Empezó por el Monte Perdido (3.355 metros), pero fracasó en el intento. La nieve recién caída todavía no ha asentado lo suficiente, lo cual constituye un gran peligro: te puede pillar un alud, te puedes hundir hasta las cejas, te puedes caer en alguna sima. Vamos, que no sabes por dónde pisas. De modo que, como buen montañero, cuando estaba bien arriba decidió dar la vuelta. Eso permitió que tomara contacto con Xixón, pues hasta entonces estaba desaparecido en combate. Llamó desde un refugio y contó que no nos preocupásemos por él, pese a su invernal en solitario. Había mucha gente por esa ruta y lo intentaría una vez más si el tiempo mejoraba. Tres días después, el pasado martes, me llamó desde el soportal de una iglesia, donde se disponía a dormir. Estaba en un pueblo remoto de Huesca, sin bar ni tiendas, donde haría noche camino del Aneto. Según sus crónicas, el Monte Perdido tiene una parte chunga en la ascensión, pero el Aneto, pese a ser la cima de los Pirineos (3.404 metros), es más facilón. Ahí lo dejé.

Desde que David Perdiz está en su invernal, su hermano bloguero anda por casa con una camiseta suya llena de agujeros con la silueta de un oso grabada en medio del pecho. Una forma simbólica de dar ánimos al viajero de las nieves, que le trae a uno a la memoria las majestuosas aventuras de Jeremías Johnson, solo también entre la nieve, pero rodeado de indios Crow acechantes. Quizás podría toparse el broder con uno de esos osos que, dicen, quedan aún en los Pirineos, pero que nadie ve jamás, como se topó con ellos Robert Redford en las montañas de Utah. En las américas, el encontronazo le costó la vida a nuestro admirado Jeremías. En el Aneto, en sus bosques de pinos y sus lagos helados, sólo cabe pensar que David Perdiz se llevara ‘el oso al agua’ contándole alguna de sus historias. Así que ya sabes Perdiz, si aparece el oso, saca la guitarrilla de la mochila y llévatelo bajo un árbol a compartir café y arpegios astures para que se parta el culo de risa. Si en vez del oso es una teutona apellidada pongamos Stark ya sabrás tú cómo manejar la situación. Dejamos a Stark en buenas manos. Ah! Y no te olvides de subir al Aneto.

pd.-david perdiz es el que sale solo en la foto, la del grupo la tomó él y la camiseta, servidor.