Buenafuente + Koldo Miranda | Campo y playu - Blogs elcomercio.es >

Blogs

Adrián Ausín

Campo y playu

Buenafuente + Koldo Miranda

Buenafuente rima con inteligente. Buenafuente rima con buena gente. Buenafuente rima con buen humor. Ver 90 minutos a Buenafuente en el Niemeyer te reconcilia con el ser humano en su estado puro de talento, ingenio, sencillez. Buenafuente es un tipo en permanente estado de gracia, una persona de otro planeta por todas las virtudes que lo adornan. Ayer, de 8 a 9.30 de la tarde, este catalán de andar por casa, con gafotas y flequillo, una mezcla de Loquillo y Leonard Cohen, habló a una audiencia entregada de un montón de cosas: de su vida, de sus programas, de su hija de año y medio, con la que se le cae la baba, de su pareja, Silvia, que es bailarina, de los políticos, de la vida del cómico -mucho más dura de lo que se podría pensar, pues pasa todos los días de 6 de la tarde a 3 de la madrugada en un polígono industrial-, de sus negocios fallidos -“los hundo todos”-, de los políticos y de internet, un invento tan apasionante “que nos está idiotizando un poco, oye”.

 

Contar con fidelidad en un texto todo aquello que provocó las continuas carcajadas del público es literalmente imposible, pues en la escritura resulta imposible reproducir la voz, el cambio de ritmo, la entonación y el contexto completo de cada broma. Pero lo vas a intentar, porque además no todo fueron gracietas; también hubo reflexiones a montones de un tipo que es un genio en lo suyo y luce, bajo unas grandes dosis de sencillez, una cabeza espectacularmente amueblada, pese a su empeño en ponerse mal y en reírse de sí mismo, una terapia absolutamente conveniente para todos nosotros. Enumeremos buenafuentadas con la prudencia dicha de la pérdida de ricas esencias en la ‘traducción’:

-La infancia. Fue Buenafuente un mal estudiante. Cuenta que se aburría mucho. Se pasaba el día viendo la tele mientras la madre clamaba en voz por el pasillo de casa, como un personaje lorquiano: “¡Y no coger un libro!”. Él entonces pasó a ver la tele con un libro en la mano. Pero seguía sin leerlo. Cuando aquel joven de 17 años dijo en casa, en su Reus natal (Tarragona) que pasaba de estudiar nadie protestó. Era una familia muy humilde, con pocos recursos para mantener un universitario.

-La radio. Buenafuente entra con 17 en la radio local. Se siente como pez en el agua. De aquí no me muevo, dice. Y al cabo de unos años le ofrecen el salto a Barcelona. Va. El siguiente salto es la televisión catalana, donde va con muy poca fe en el éxito. Se ve feo, gafudo, con voz nasal, un tipo totalmente atípico para dar bien en pantalla. Un gilipollas, vamos. Pero gustó. Y ahí se hizo un gran nombre durante varios años.

-El salto al castellano. Esta fase provocó las mayores carcajadas. Buenafuente cuenta cómo cuando decide dar el salto a Antena 3 aflora “el asunto” (o sea, el ‘caso catalán’). De ser un tipo popular en Cataluña pasa a crearse un gran silencio en torno a él, un vacío que le rodea por la calle, e incluso unos chismorreos sentenciando: “No nos van a entender”. Él empezó a sudar tinta, a dudar si le veras sabría hablar en castellano. Hasta tal punto que la víspera del primer programa soñó que salía al escenario y no se salía el castellano. Iniciaba unas palabras y se le giraban hacia el catalán. “Era como una especie de rumano, oye”. Ensayó una y otra vez ante el espejo y cuando estuvo en el estudio media hora antes del primer directo estaba hecho un flan. Hizo un ensayo y no se rió ni blas. Ni el público ni los cámaras. Nadie. Entonces decidió sincerarse. “Tíos, estoy acojonao. Por favor, ayudarme”. La catarsis funcionó. Y triunfó desde el primer día.

-La normalización del “asunto”. Siguiendo en la misma línea, Buenafuente mostró cierto orgullo por lo que sus programas hayan podido contribuir a normalizar las relaciones, en ocasiones tensas, entre Cataluña y el resto de España. Cuando él decía a veces que emitían desde Barcelona algunos le recriminaban. No digas eso que no va a gustar. Él dijo: ¿por qué no va a gustar? Normalizó cosas que eran un tanto tabús en ese sentido. Y triunfó plenamente.

-Chikiliquatre. Un día, un actor de su equipo le pide audiencia. Se lo lleva a comer. Es David Fernández, está un poco quemado, son muchos años a tope y pide bajar el diapasón. No quiere dejar el curro pero sí  un tiempo a medio gas. De acuerdo, le dice Buenafuente. No quiere perderlo, así que accede a rebajarle la carga de trabajo. Muy poco después surge el concurso para elegir al cantante de Eurovisión, la cosa pinta mal, pues no quiere ir ningún conocido y surge, primero en rigurosa broma y luego en serio, el personaje de Rodolfo Chikilicuatre. Cuando la cosa se les va de las manos, gana el concuro y se dispone a subir al avión para irse a la gran final, David Fernández (o sea Chiki) le espeta: “Oye Andreu, ¿qué parte no entendiste de lo que te dije en aquella comida?”. Risas, risas, risas. Luego, una vez en Belgrado, acuden como es costumbre a una cena-recepción en la embajada española, desde donde preguntan: ¿Van a venir de etiqueta o disfrazados? Es que no es un disfraz, somos así, replican. Y allá se fue Rodolfo con su guitarra de pilas para gran disgusto de Uribarri.

-Los políticos. “De todos los que no me gustan, quizá sea el que más me gusta”. Así se refirió a Mariano Rajoy, de quien destacó cierta socarronería gallega como bagaje de aquella mañana en la que le visitó en La Moncloa, en la que también llegó a otra conclusión: “Oye, que te tiñes. No me jodas. Ese pelo tan negro negro y esa barba tan blanca blanca. Oye, que te tiñes. Y él va y lo niega”. Apostilló que Zapatero no tenía ningún sentido del humor… “ni de los otros”.

-El proceso creativo. Ahí fue totalmente sincero sobre la dureza de estar nueve horas al día en un polígono buscando inspiración, construyendo historias, para lo cual agradeció mucho la compáñía de Berto, su mano derecha. “Saber que te lo vas a encontrar allí ayuda mucho”. Recordó a una persona que le influyó mucho, un locutor argentino que se enfrentaba a diario a un programa de radio de dos horas con un folio en blanco. Y él desarrolló una gran admiración por esos cómicos “incorrectos” que hicieron de sí mismos un género irrepetible, entre los que destacó a Gila.

-Internet. Es tan tentador tener el acceso a todo el mundo, a toda la historia y todos los datos en cualquier momento que nos estamos idiotizando un poquito, oye. Buenafuente recordó ayer que si todo el mundo le viese solo en Youtube él estaría en el paro. Animó a la gente a dejar un poco tranquilo el móvil y mirar lo que tiene alrededor. Él tiene 1,6 millones de seguidores en twitter y como prueba del lado bueno de las teconologías conectó con ellos, al final del todo, a través de vídeo por su propio móvil gracias a una nueva aplicación. Fue mucho mejor, créanme todos, conectar con él en vivo y en directo, con la amena conducción de la entrevista informal realizada por Edu Galán (de la revista Mongolia), que dejó con maestría que brillara en solitario el astro catalán.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

En Avilés siempre tienes planazos. De ahí que al salir a la calle con una sonrisa de oreja a oreja tu siguiente escala sea La Cruz de Illas, un lugar en mitad de ninguna parte, en la confluencia de los concejos de Avilés, Castrillón e Illas, donde Koldo Miranda siempre ha tenido su ‘casa’ gastronómica. El extraño final de la concesión de la torre del Niemeyer, donde brilló con luz propia, le decidió con rapidez a hacer una pequeña reforma en su restaurante y reabrirlo. Conociste la torre, adonde fuiste un par de veces a volar por la estratosfera avilesina, con sus ingenios; pero te faltaba la casa matriz, donde ha reabierto hace pocos días. El edificio, rústico con toques decorativos nórdicos, es una auténtica preciosidad.

En ese marco, con su hermana Iratxe de maestra de ceremonias, la doble pareja astur-avilesina se dejó llevar por el clásico menú sideral del señor Miranda. Empezó por un micro cóctel de bienvenida con un maravilloso sabor a gel de baño. Dicho así parece imposible que guste. Pues sí, sabía a gel de baño y fue un abrebocas riquísimo para la sucesión de productos de huerta con sus aderezos hasta llegar a dos postres para quitar el hipo: Frescura costeña (helado con aromáticos, pomelo, coco, sésamo y tamarindo) y Eso queda pa prau (gelatina de manzana, naranja, yogurt, avellana y limón). De la fase intermedia, espectacular El nacimiento del espárrago y un diez para su Arroz marinero con huerta asturiana. Un lugar diferente donde reinan la creatividad y el buen gusto. De las palabras de Andreu a los fogones de Koldo. Un arranque estratosférico de fin de semana que te deja sin ideas para este sábado gris. Quizá baste con recordar. Y paladear.

Temas

Gijón y otras hierbas

Sobre el autor

Adrián Ausín (Gijón, 1967) es periodista. Trabaja en el diario EL COMERCIO desde 1995. Antes, se inició en la profesión en Bilbao, Sevilla y Granada. En 2019 escribió para el Ateneo Jovellanos el catálogo 'Gijón Escultural'. Luego publicó la novela por entregas 'Cilurnigutatis Boulevard' en Amazon (2021). De la comedia pasó a la tragedia, sin anestesia, en la distopía 'El buen salvaje' (2022), donde denuncia los peligros para el hombre del abuso de las nuevas tecnologías. 'García' (2023) se pasa al costumbrismo con todos los ingredientes de la novela clásica, ambientada en el Gijón de 1979.


mayo 2014
MTWTFSS
   1234
567891011
12131415161718
19202122232425
262728293031