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Adrián Ausín

Campo y playu

¿Qué coño hago en Moab?

(Quince días en Utah, 5)

Seamos sinceros. Hay veces en un viaje en que te dices: “¿Qué coño hago aquí? Menudo infierno”. Eso es exactamente lo que ocurre cuando, tras  una noche en Las Vegas, dos en Zion, una en Bryce Canyon, dos en Escalante y otra en Capitol Reef, llegas a Moab. Hasta el momento todo ha ido perfecto. Pero Moab, de noche, te da la impresión de la clásica sucesión de casas sin gusto junto a una carretera especialmente ruidosa. Para empeorar la cosa, en la recepción del hotel te reciben las hijas de Zapatero (a ellas se parecen las oblongas y malencaradas recepcionistas). Y la habitación huele a cerrado. Para colmo, has reservado tres noches. A la pregunta dónde pillarías tres noches dentro del viaje, tus antecesores en este viaje, gente de confianza, te han dicho: “Moab es muy cuco”. ¿Dónde está el cuco?, te preguntas. Grrr. Sientes que has caído en una trampa. Pero con la luz del día todo irá mejorando. Moab no es cuco, simplemente tiene una acera llena de restaurantes y tiendas, algo atípico en la América rural. Pero su ubicación evidentemente te llevará a interesantísimos lugares, para empezar el río Colorado, que lo tienes a la vuelta de la esquina. Y además cenarás bastante rico. Así que tras el cagamento inicial pasas a un nivel intermedio para acabar gritando, entre risas, “¡viva Moab!”.

El primer destino es Canyonlands Norte. En este parque llegas primero a un mirador llamado Death Horse. Mirador es poco decir, pues en la amplitud que se abre ante una inmensa cortada quizás entre Andorra entera. Abajo, muy abajo, al fondo, se ven unas manchas azules. Parece agua embalsada y en su subsuelo hay unas minas de potasio. Un camino paralelo a la gran cortada te lleva desde el centro de visitantes hasta otros miradores situados a unos cinco kilómetros. Aunque cueste creerlo luego leerás que aquí habita el puma, además de ardillas, ciervos, serpientes y mustélidos. No te lo imaginas sobre estas superficies rocosas marrón oscuro casinegro. De vuelta a la general, unas millas adelante, llegas a otro gran mirador. Lo llaman simplemente Point of View. Y resulta igualmente espectacular.

Los dos días siguientes los dedicarás enteros a otro parque: Arches. Está casi pegado a Moab. En unas 15 millas al volante llegas a su punto más alto, el final, desde donde realizas la primera ruta, la más larga, la más espectacular: Double O, con una prolongación hasta Angel Dark y retorno por el camino antiguo. En total, más de cinco maravillosas horas entre formaciones rocosas jurásicas donde no extrañarías en absoluto ver de repente un tiranosaurio o un velocirraptor asomando entre los numerosos arcos de piedra existentes. Luego te acercas al río Colorado y recorres unos kilómetros por la carretera paralela. En una zona más amplia te desvías para aparcar y tocar el agua. Ahí te topas con una curiosa advertencia en un panel de anuncios. Bajo la silueta de un oso negro, te advierten: ‘Un oso ha sido visto merodeando este lugar el 25 de agosto de 2015’. Estamos en noviembre. Por tanto, debe de andar bastante lejos. No te imaginas aquí un oso. Hay poca vegetación. Es además una zona encañonada y demasiado pisada por el hombre. Querría beber en el río. En 2009, también en noviembre, te bañaste en el Colorado a su paso por el Gran Cañón. Aquello quedó para los anales por la experiencia del baño y por la gesta de la bajada anterior y la subida posterior, una auténtica matada. Ahora solo se trata de volver a saludarlo. Va turbio y lento. No es su mejor vista. ¡Pero es el Colorado!

 

 

 

En la tercera jornada, adaptado ya a Moab, repites Arches y haces tres rutas cortas. La principal, Delicated Arche, es la más demandada por los visitantes, pues el espectacular arco de piedra que remata una hora de caminata ascendente es el símbolo de Utah que se representa en las matrículas de los coches de este precioso estado. Allí te encontrarás la mayor concentración de caminantes de todo el viaje, sin que resulte tampoco atosigante. Es lunes, pero Delicated Arche se ve que tiene tirón. Y lo merece.

La última mañana, mientras desayunas en el Hotel Super 8, una excursión de japoneses impide esa paz que busca cualquiera a las siete de la mañana. Igual que los monstruos de los comecocos, uses la ‘calle’ que uses por el pequeño comedor del hotel te toparás con japoneses, que no solo tienen el don de atravesarse sino también el de hablar a gritos a un metro de tu mesa. No os preocupéis chicos: ya me voy. Tras una sobredosis de tortas con sirope, toca poner rumbo al penúltimo destino: Page. Entremedias, en la carretera, hay una importante tela que cortar: El Valle de los Dioses, la espectacular doble curva del río San Juan y Monument Valley. Será un día memorable. De esos para enmarcar. De los que nunca se olvidan. Partes con cielo azul, diluviará después y llegarás a Page con la tormenta vencida. Para entonces habrás dejado Utah para entrar en Arizona. Durante tres días vivirás en la frontera entre ambos estados.

Temas

Gijón y otras hierbas

Sobre el autor

Adrián Ausín (Gijón, 1967) es periodista. Trabaja en el diario EL COMERCIO desde 1995. Antes, se inició en la profesión en Bilbao, Sevilla y Granada. En 2019 escribió para el Ateneo Jovellanos el catálogo 'Gijón Escultural'. Luego publicó la novela por entregas 'Cilurnigutatis Boulevard' en Amazon (2021). De la comedia pasó a la tragedia, sin anestesia, en la distopía 'El buen salvaje' (2022), donde denuncia los peligros para el hombre del abuso de las nuevas tecnologías. 'García' (2023) se pasa al costumbrismo con todos los ingredientes de la novela clásica, ambientada en el Gijón de 1979.


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