El pasado fin de semana acudimos a una pequeña fiesta popular en una localidad del oriente de Asturias donde había una carrera de burros. Fuimos, como muchas de las familias que allí estaban, con la idea de pasar un rato agradable con unos animales que por sí mismos generan simpatía al margen de encontrarse especialmente protegidos. Sin embargo, el espectáculo pronto se convirtió en algo especialmente desagradable.
Cierto es que muchos de los participantes tenían a sus animales correctamente cuidados pero no sucedía así en algunos casos. Al margen de que los burros se alteraban, como es lógico, con tanta afluencia de gente, muchos eran golpeados para que corriesen a la máxima velocidad posible, hecho incomprensible en atención al mísero premio que estaba en juego y al dato de que son animales que no han sido creados precisamente para lucirse en carreras, es decir, se les estaba imponiendo una conducta antinatural. Pero, al margen de cuestiones tan obvias que ya podría entenderse que infringen la ley de protección de animales vigente en Asturias, al término de una de las carreras, uno de los participantes, ante el mal papel desempeñado, comenzó a apalear a su burro totalmente fuera de sí. Esto es claramente una situación de maltrato, castigada como infracción muy grave en nuestra ley autonómica y que puede llegar a ser un hecho constitutivo de una infracción penal.
Obviamente una fiesta no se hace para esto. Por este motivo insistimos a todos aquellos que van a organizar un evento de estas características que deben ser especialmente cuidadosos con estos temas. No se trata tan solo de no herir la sensibilidad de los espectadores sino de dar cumplimiento a una ley cuya infracción puede ocasionar importantes consecuencias.