Llega el verano y todos salimos más, hacemos actividades diferentes, disfrutamos de los paseos, las playas, las terrazas, hacemos más deporte… La convivencia se vuelve un elemento esencial, especialmente si estamos en lugares con gran afluencia de personas. La mayor parte de las veces la convivencia se rige por normas no escritas de sentido común y educación que todos conocemos pero en algunos casos esas normas sí que se encuentran recogidas en textos legales y su incumplimiento, además de ocasionar el consiguiente malestar en las personas que nos rodean, puede generar la imposición de una sanción.
Es lo que ocurre con los animales domésticos y aún más con los perros que son los que habitualmente salen al exterior. Las leyes de protección autonómicas y las ordenanzas municipales enmarcan el cuadro de actuación de los propietarios. Y cuando se trata de pasear por las ciudades esas normas son sencillas y claves. Es lo que pasa con la recogida de excrementos. Obvio, pensamos todos, pero aún hay personas que no los recogen ni en una acera ni el césped porque “total es prado verde, qué molesta” sin pensar que esas zonas verdes también las utilizan los demás. También ocurre con las correas. Llevar a un animal suelto o con una correa extensible en zonas donde hay mucha afluencia de gente, bicis, corredores, niños… implica multiplicar innecesariamente las posibilidades de un accidente. Tener controlado al animal es fundamental pero no solo porque no vaya a morder o atacar a alguien, sino simplemente porque no cause molestias a lo demás como, por ejemplo, en una terraza de un café o en cualquier otro lugar público. No hay que olvidar que no todos son por igual amantes de los animales.
Prohibida suele estar su entrada en algunos sitios como, por ejemplo, en la práctica totalidad de las playas e imprescindible es también seguir las medidas de seguridad cuando se trata de perros potencialmente peligrosos.
Todas estas normas no son, no nos confundamos, antianimales. Nosotras somos convencidas defensoras de los derechos de los animales. Estas normas existen para facilitar la convivencia en los espacios comunes y también, en mucha medida, para proteger a los propios animales.