Han pasado los años de colegio, de instituto, la prueba de acceso a la universidad y hasta el verano y, de repente, se produce el aterrizaje en la universidad. El cambio es sustancial porque implica el ejercicio de responsabilidad desde el primer día por parte de los alumnos. Un ejercicio de responsabilidad propio y personal porque en la facultad no existe el control y la organización a la que estaban acostumbrados en sus estudios anteriores hasta ese momento.
Esto genera que en muchas ocasiones no se obtengan en el primer curso los resultados esperados. ¿Cuál es la solución o la recomendación para empezar bien desde el primer día? La respuesta es clara: planificación. Acudir a clase, especialmente importante en los grados con asignaturas que se evalúan de forma continuada, estudiar diariamente y llevar las materias al día, entregar en plazo prácticas y trabajos…
Como en todas las cosas en la vida ni hay una solución mágica ni nada se consigue sin esfuerzo. Sin embargo, si ese esfuerzo es continuado y organizado va a dar sin duda mejores resultados y sin necesidad de agobios en los últimos días previos a los exámenes, agobios que no aseguran ni mucho menos el aprobado.
Esta es la experiencia al menos que tenemos en nuestro campo, el del derecho, pero sin duda son consejos que de una forma u otra se pueden extrapolar a cualquiera otra facultad.