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José María Urbano

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Alcoa, la prensa y los intereses

La operación de venta de las plantas de Avilés, La Coruña y San Ciprián se inició hace varios meses, aunque se siga hablando de «filtraciones e informaciones interesadas»

Con apenas 24 horas de diferencia, y aunque resulte curioso, el presidente de Alcoa España y un sindicalista relevante de Asturias han coincidido en el pronóstico: las noticias –adelantadas en exclusiva por LA VOZ DE AVILÉS– sobre los grupos que podrían estar interesados en la compra del negocio que la multinacional norteamericana mantiene en España responderían a «filtraciones de terceros sin ningún fundamento», según dijo Rubén Bartolomé al comité de empresa de Avilés; y a «filtraciones que esconden determinados intereses», que fue lo que señaló Damián Manzano, secretario general de la Federación de Industria de CC OO en Asturias, en declaraciones a la televisión de nuestro grupo, Canal 10.

Trabajadores de Alcoa en una de sus manifestaciones. Foto: Marieta

Hasta ahora no nos constaba a los trabajadores de este periódico que nuestra casa pudiera tener intereses en el negocio del aluminio, pero bueno, será cuestión de preguntar, no vaya a ser que nuestra relación con el sector vaya mucho más allá del rollo que más o menos todos tenemos en las cocinas de nuestras casas. Y por otra parte, hay que dejar constancia, una vez más, de que la prensa tiene vida mucho más allá de las filtraciones. Las noticias, casi siempre, son producto de un trabajo profesional, concienzudo, que saca rendimiento de ese esfuerzo y de saber el terreno que pisa.

Este periódico desveló en su día la cláusula «desconocida» –hasta para los sindicatos– que figuraba en el contrato de venta de la empresa pública Inespal, por la que su comprador, Alcoa, se aseguraba durante años una tarifa eléctrica subvencionada por el Estado, de forma que su factura no dependiera durante años de los vaivenes de esa tarifa. Cuando expiró el plazo de ese contrato, Alcoa se dio cuenta de que tenía que salir al mercado a «comprar» esa energía –que supone entre el 30 y el 40 por ciento de su coste operativo en España– y comprobó que fuera de aquel contrato con el Gobierno de Aznar hacía «mucho frío».

A la merma de beneficios por ese motivo, se añadió una subasta eléctrica que otro Gobierno del PP ha sido incapaz de encauzar y que deja a las grandes empresas industriales con escaso margen de maniobra para poder planificar sus estrategias de futuro, incluso a corto y medio plazo.

Con estas circunstancias, Alcoa se da cuenta de que su negocio en España sería perfecto si pudiera cerrar las plantas de La Coruña y Avilés –centradas en el aluminio primario, con escasos o nulos avances tecnológicos por falta de inversión y voluntad de diversificación, atendiendo exclusivamente las exigencias europeas medioambientales– y quedarse solo con las de San Ciprián, en Lugo, que son las que de verdad le ofrecen una rentabilidad acorde con sus exigencias para poder seguir remunerando adecuadamente a sus accionistas.

De esa forma, vería cumplidos sus planes de futuro de reducir capacidad de producción en el aluminio primario, como ha hecho en Estados Unidos y en Europa. Y por otro lado podría centrarse en un nuevo modelo de empresa que pasa por asegurar el aluminio primario con sus plantas de Islandia y Noruega, más la de Arabia Saudí, por un lado, y por otro atender mercados más rentables y de mayor futuro como el del automóvil o la aeronáutica.

Dibujado el diseño futuro, lo que cabe a continuación es iniciar un proceso de desinversión en España, que pasa por abandonar la actividad en La Coruña, Avilés e incluso en San Ciprián, utilizando esta última como gancho para un futuro comprador.

Lo que más o menos era un objetivo apuntado hace ya bastantes meses, se convirtió en una certeza cuando hace un par de semanas un diario económico dio con la clave: Alcoa ha contratado los servicios del banco de negocios Goldman Sachs para que salga al mercado y ponga a la venta las tres factorías. Sin duda, una variable muy importante respecto a lo que la propia multinacional barajó hace un año y medio, cuando se dispuso a presentar un expediente de extinción de contratos y cerrar La Coruña y Avilés.

Alcoa quiere irse, no tiene ya vocación de permanencia, ni siquiera con otro socio. Y negocia –o dialoga e informa si se quiere– con grupos industriales y fondos de inversión que pueden estar interesados en la compra de las tres factorías. Como adelantó este periódico, y como sería deseable, frente a fondos de inversión que acuden a las empresas en busca de rentabilidad temporal, sin importarles demasiado el futuro más allá de su objetivo a corto plazo, un grupo industrial, Atlas Holding, a través de su sociedad en España, Aludium, es el más firme candidato a quedarse con el negocio, dada su positiva experiencia anterior, cuando compró a Alcoa las plantas de Amorebieta, Alicante y Castelsarrasine, ésta en Francia, que estaban condenadas al cierre y que ahora caminan con paso firme. Y también gracias a este periódico se supo dos días después que un grupo español, Alibérico, del industrial Clemente González Soler, podría unirse a Aludium para cerrar entre ambos la operación de compra a Alcoa.

La dirección de la multinacional apela a la confidencialidad de las negociaciones para no informar a los comités de empresa de la operación que se está fraguando desde hace meses. Algo que tiene su lógica desde el punto de vista empresarial, pero que no parece la mejor forma de tranquilizar a unas plantillas de trabajadores que llevan instalados en la incertidumbre demasiado tiempo como para que ahora el presidente del grupo norteamericano en España hable esta misma semana de «filtraciones de terceros sin ningún fundamento». O como dijo el secretario de la Federación de Industria de CC OO, «informaciones interesadas».

Con un coste de la electricidad en este país que no va a tener solución al menos a medio plazo, el interés de Alcoa por seguir en España cada vez va a ser menor, en la medida en que el retorno económico de su actividad no cumple las expectativas de una multinacional que necesita un volumen de negocio que esté a la altura de lo que sus accionistas esperan y al que están acostumbrados.

Precisamente esa menor exigencia de otros grupos más modestos, aunque cada vez con mayor presencia en el mercado del aluminio, es la que puede hacer atractiva esa operación para hacerse con todo el negocio del aluminio primario en España.

Todo lo anterior son datos fiables y constatables, no «cosas de la prensa». Salvo que haya un ‘milagro’ con la tarifa eléctrica, el tiempo se encargará de confirmarlo.

 

Publicado en La Voz de Avilés-El Comercio el día 5 de junio de 2016.

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Sobre el autor

José María Urbano. Periodista. ExJefe de Redacción de La Voz de Avilés-El Comercio. Columnista de este periódico y director de AsturiasInnova+, el proyecto de divulgación de la innovación, la ciencia y la tecnología adscrito al Grupo El Comercio (Grupo Vocento). El relato de los hechos y los fundamentos de la opinión sólo pueden tener su base en el poder de los datos. En un mundo en el que imperan los clics, los shares, las notas teledirigidas, las ruedas de prensa sin preguntas y las declaraciones huecas en busca de un titular, hay que reivindicar el periodismo hecho por profesionales. Política, economía, cultura, deportes... la vida en general, tienen cabida en este espacio que pretende ir más allá de la inmediatez, la ficción y el ruido que impera apoyado en las redes sociales. El periodismo es otra cosa.


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