“Si no existe una idea de Madrid es que la villa ha sido corte y no capital. La función propia de la capital consiste en elaborar una cultura radiante. Madrid no lo hace. Es una capital frustrada como la idea política a la que debe su rango. La destinaron a ciudad federal de las Españas y no hizo sino registrar hundimientos de escuadras y pérdidas de reinos”. (Azaña).

Estábamos muy acostumbrados al reparto pepero de Madrid entre doña Esperanza y don Alberto, con sus continuos pellizcos declarativos. Estábamos, diría, resignados a que el Madrid de la majeza, resucitado a su peculiar modo y manera por la señora Aguirre, iba a durar mucho tiempo. Aquel reparto tenía su no sé qué literariamente al enfrentar el casticismo de la lideresa con la ampulosidad del ex Alcalde, del que nos consta que leyó libros y que tiene una excelente formación musical. Pero, en el momento mismo en que Rajoy nombró ministro a Gallardón, tal entelequia se fue al garete. Y, por casualidades que redundaron en la estética que aquí nos trae, un buen día la ex Presidenta madrileña decidió abandonar su cargo. De modo y manera que tanto la actual Alcaldesa de Madrid como el preclaro Presidente de tan peculiar Comunidad Autónoma ejercen sus respectivos cargos sin haber sido elegidos directamente por el electorado capitalino. Y, al mismo tiempo, a doña Ana Botella y a don Ignacio González les toca protagonizar la decadencia de ese Madrid de la majeza tan del gusto pepero. Y es una decadencia muy peculiar si se tiene en cuenta que la erosión que están sufriendo estos dos personajes no viene dada por una oposición política que resulte fiable a la mayoría de los ciudadanos. No es el caso: el mérito hay que adjudicarlo a estos personajes, sin perder de vista en este proceso de declive la importante colaboración de doña Cristina Cifuentes, Delegada del Gobierno en los madriles, pues sus declaraciones no suelen ser muy afortunadas.
¡Hay que ver! No sólo se fracasa estrepitosamente en la intentona de que Madrid fuera Sede de los Juegos Olímpicos, sino que además se hizo un ridículo memorable. No sólo estaban dispuestos a conceder a la multinacional del juego que iba a instalarse en Madrid unos privilegios difícilmente aceptables, sino que además resulta que, al final, ni por esas consigue el PP capitalino que la mencionada multinacional llegue a ponerse en funcionamiento en el territorio madrileño.
Ante semejante panorama, no podemos dejar de preguntarnos qué es lo que le puede quedar al PP madrileño para seguir obteniendo el apoyo del electorado. Un PP sin bazas. Un PP que se desmorona por sus propios méritos. Un PP que hace parodia de sí mismo.
Bien pensado, ¡cuánto retrocedió Madrid en las últimas décadas! No deja de ser llamativo que del Madrid de la movida se haya pasado al Madrid de la majeza y que este último haya caído tan bajo.
Todo son incógnitas, y más en política, pero no parecería muy lógico que en 2015 se presentasen doña Ana y don Ignacio como candidatos a la Alcaldía y al Gobierno autonómico, ya que, a día de hoy, están agotados en sus fracasos. Tampoco es de esperar que al partido le queden grandes sorpresas en su chistera. De momento, sólo pueden aferrarse a la debilidad de una oposición sin discurso más allá de las obviedades y consignas. Pero convendrán conmigo que el bagaje es muy endeble.
Rompeolas de las Españas, distrito federal, capital de la movida. ¿Qué le queda a Madrid de todo aquello, por más que no dejaba de haber sus dosis de farsa?
Ridículos y fracasos, majeza populachera, casticismos de tres al cuarto. Y el millonario se va a Japón. Y la esperpéntica puesta en escena de los Juegos Olímpicos formará parte de la larga historia de los agravios patrios. ¿Alguien le habrá dicho a doña Ana que en España hubo un Jefe de Estado que tradujo del inglés un libro de referencia de un muy peculiar viajero por España? ¿Alguien les habrá recomendado a los dirigentes peperos madrileños ver Bienvenido, Mister Marshall, de Berlanga? ¿Alguien les habrá sugerido leer lo que escribió Corpus Barga sobre el Madrid más pintoresco y costumbrista?