Las invectivas y embestidas parlamentarias de Cascos contra Javier Fernández provocan que el comedido Presidente astur pierda con frecuencia el sosiego de forma realmente llamativa, al tiempo que da la impresión de que le obsesiona la biografía política de su adversario. Así, en el pasado debate de orientación política (más conocido como el debate sobre el estado de la región) don Javier tuvo a bien recordarle a su antagonista parlamentario episodios tales como la «cuchipanda cinegética» en la que, según parece, participaba el entonces ministro de Fomento cuando se produjo el desastre de ‘El Prestige’. Y, mucho más recientemente, el viernes 13 de junio,el líder del socialismo astur sacó a colación declaraciones que hizo Cascos en su momento contra el estilo del Juez Castro en el auto judicial del caso Matas.

Y, más allá de eso, me resultó muy llamativo que el Presidente de Asturias llamase jabalíes a algunos diputados de FAC, rescatando así el término con que eran conocidos algunos diputados de las Cortes Constituyentes republicanas, que, en cierta ocasión, recibieron una respuesta demoledora por parte de Unamuno.

Según parece, hubo una ocasión en la que aquellos cinco parlamentarios se acercaron al Rector salmantino diciéndole: «Don Miguel, aquí tiene usted a los cinco jabalíes de la Cámara». A lo que el gigante del 98 replicó: «Imposible, los jabalíes van solos o en parejas. Los que van en piara son los cerdos».

Por su parte, Ortega tampoco sentía especial admiración hacia aquellos parlamentarios tan florentinos y selectos. Tanto es así que en uno de sus discursos parlamentarios más conocidos y citados dice claramente que hay tres cosas que un orador no debe hacer nunca: ni el payaso ni el tenor ni el jabalí. Y, miren ustedes por dónde, de este planteamiento orteguiano ya se hizo eco nuestro Parlamentín llariego desde que Javier Fernández fue investido Presidente.

Nadie podrá negar, por tanto, que a veces la crispación retórica no sólo hace interesante la vida parlamentaria, sino que además ilustra históricamente a quienes siguen los debates.

Así pues, a resultas de los rifirrafes entre Cascos y Fernández, salen a relucir no sólo lances y trances de la trayectoria pública del líder de Foro Asturias, sino que además se hacen referencias a casos y cosas de la escasa pero apasionante tradición parlamentaria española.

Cuando Ovidio Sánchez arremetía contra Areces llamándolo, entre otras lindezas, milonguista, don Vicente no perdía los estribos, aparentemente se lo tomaba con una indiferencia proverbial. Era, sin duda, un clima parlamentario más tranquilo, aunque aquello no daba lugar a recordatorios tan interesantes como los que acabamos de referirnos.

Algunas de las intervenciones parlamentarias de Cascos son tan incisivas que producen auténticas dentelladas dialécticas en el ánimo de quien es objeto de esas diatribas, en este caso del Presidente Javier Fernández, que tras su investidura se siente en no pocas ocasiones embestido por su principal adversario político.

Y el resultado, como vemos, es que esa dialéctica de la descalificación tiene, entre otras cosas, sus efectos didácticos. Y quién sabe si también catárticos.