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Luis Arias Argüelles-Meres

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ESA MANO EN LA NUCA DE RODRIGO RATO

¿Cómo no reparar en el momento en el que vemos una mano sobre la nuca de Rato invitándolo a introducirse en el coche que lo llevó detenido por unas horas? ¿Cómo no recordar aquel episodio en el que la entonces mujer de Roldán corría despavorida por los pasillos de unos juzgados madrileños huyendo de un espantoso acoso de toda una nube de fotógrafos? Al final, lo que queda es el instante que plasman unos tiempos marcados por el espectáculo servido en bandeja para linchamientos mediáticos tan efímeros como aparentes.

Y es que, al mismo tiempo que Rato cae definitivamente en desgracia, tenemos noticia de que lo que está sucediendo con el que fuera hombre fuerte del aznarismo en política económica es, cuando menos, confuso, pues hay quien plantea que la precipitación con la que se tomaron estas medidas puede perjudicar una investigación más a fondo, que descubriría aún más irregularidades presuntamente cometidas por don Rodrigo. Y tales planteamientos no vienen de entornos amarillistas, sino de fuentes de la Fiscalía Anticorrupción. El asunto, pues, se las trae.

Esa mano en la nuca de Rato, nada agresiva, es cierto, pero inequívoca a la hora de interpretar el fin que persigue, que no es otro que consumar la detención, hacerla, que se dice ahora, visible. Y, con semejante lance, el descenso a los infiernos de don Rodrigo por parte de la opinión publicada es irreversible; debe, literal y literariamente hablando, abandonar toda esperanza. Entre la imagen triunfal de campanero que anuncia oficialmente la salida a Bolsa de Bankia hasta la mano en su nuca hay toda una trayectoria mediática marcada por el desprestigio. La ruina de Bankia, el turbio (y turbulento) asunto de las tarjetas opacas y ahora lo que sale a relucir a resultas de esa amnistía fiscal a la que, según parece, se acogió en 2012.

¡Qué mal parado sale también en este asunto el aznarismo, que en su puesta de largo en la vida pública anunció solemnemente su voluntad de regenerar la vida pública tras los desmanes del felipismo! ¡Qué caída tan vertiginosa la de un hombre que, tras dirigir el FMI, termina siendo detenido por la Policía de su propio país como consecuencia de un cúmulo de irregularidades en la gestión de sus negocios!

El fango de todo esto no es pequeño, vive Dios. Presuntas irregularidades en la gestión de una entidad bancaria que tuvo que ser rescatada con dinero público y presuntas irregularidades en la gestión de negocios privados. Lo público y lo privado. Y todo esto en un hombre público que fue vicepresidente de un Gobierno de España y que tuvo sus bazas para ser el sucesor de Aznar. Y, a propósito de nuestro héroe en las Azores, cabe preguntarse si el ‘caso Rato’ rebajará algo su hilarante endiosamiento y su afrentosa chulería. Pero no hay que hacerse ilusiones.

Esa mano en la nuca de Rato. Más de uno seguirá afirmando que fue un buen ministro, lo mismo que se dijo en su momento que Mariano Rubio fue un excelente gobernador del Banco de España, hasta tal extremo de desfachatez se llega en este país.

Esa mano en la nuca de Rato. También asistiremos al espectáculo de ratas que abandonan el barco, es decir, habrá quien eche pestes contra él tras haberlo adulado hasta el empalago vomitivo, lo mismo que se hizo por estos lares con Villa.

Esa mano en la nuca de Rato. El personaje, tan acostumbrado a los fastos, al relumbrón social y mediático, a los lujos de todo tipo, vive sus horas más bajas. De todos modos, se diría que, tal y como suceden las cosas, a lo que en verdad estamos asistiendo es a una condena a los infiernos mediática, que no necesariamente se verá plasmada en lo judicial, pues cabe esperar que se produzcan recursos y dilaciones que, al final, mostrarán una vez más que el ruido mediático es mucho más llamativo y obsceno que las nueces.

Esa mano en la nuca de Rato. Vamos de petardazo en petardazo. Y puede que, a la hora de hacer justicia poética, el viaje sea aún peor: de gatillazo en gatillazo.

Como consuelo llariego tenemos a nuestro Mirabeau, es decir, a don Jesús Gutiérrez, repartiendo, también en este caso, elocuencia y equidad en sus declaraciones. ¡Ay! ¡Qué habremos hecho, Dios mío, qué habremos hecho, para tener que soportar tanta ópera bufa, tanta falacia, tanta mugre pública

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Sobre el autor

Luis Arias Argüelles-Meres es escritor y profesor de Lengua y Literatura en el IES "César Rodríguez", de Grao. Como columnista, publica sus artículos en EL COMERCIO sobre,actualidad, cultura, educación, Oviedo y Asturias. Es autor de los blogs: Desde el Bajo Narcea http://blogs.elcomercio.es/desde-el-bajo-narcea/ Desde la plaza del Carbayón http://blogs.elcomercio.es/panorama-vetustense/


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