«El poder debe permanecer en dócil vasallaje de la justicia, que no la justicia humillarse a los arbitrios del poder» (Pérez de Ayala).

Frente a la izquierda de siglas que representa la FSA, que cumple escrupulosamente todos los requisitos exigidos para ser vieja política, el regreso de Llamazares a la vida pública asturiana hace pensar que se acabó la era en la que IU contradecía su discurso con los hechos tan pronto Areces les habilitaba consejerías. En la campaña electoral, el candidato de la coalición de izquierdas está poniendo claramente de relieve lo que el actual Gobierno llariego significa. Desde luego, Llamazares no se muestra tan complaciente con el PSOE como lo vino haciendo el actual senador Jesús Iglesias.

No sólo siglas, digo. Líneas rojas (nunca mejor dicho) contra los recortes, líneas rojas contra las privatizaciones, líneas rojas contra pactos con la derecha. Líneas rojas para la propia IU en el sentido de no ser, a la hora de los hechos, una especie de segunda marca de la FSA.

No sólo siglas. Llamazares se estrenó como parlamentario en Madrid sacando de quicio a Aznar. Y, tras el fracaso electoral de 2004, reconoció la realidad y no se instaló en la autocomplacencia, sin necesidad, eso sí, de renegar de sus convicciones.

No sólo siglas. Ante un Parlamento asturiano que estará más fragmentado que nunca, estoy seguro de que no se prestará a cambalaches de ningún tipo a cambio de sinecuras y que mantendrá un discurso inequívocamente de izquierdas.

No se sabe bien si, literariamente hablando, regresa a Ítaca o, si más exactamente, viene a instalarse en su Arcadia, pero, en todo caso, su presencia en el Parlamento asturiano será una garantía para la oratoria y para la dialéctica.

Bien mirado, las grandes asignaturas pendientes de la izquierda en Asturias no cambiaron gran cosa desde que abandonó la política llariega. Y, por otra parte, en esta era de recortes y mordazas, no cabe esperar que Llamazares sea tibio en estos asuntos.

Contra el despoblamiento, contra el caciquismo, contra las agresiones medioambientales, contra los recortes que tan dócilmente viene aplicando Javier Fernández, contra el odio al asturianismo, contra las desigualdades, contra el cinismo de quienes se declaran adalides de la libertad a la hora de elegir colegio, cuando los asturianos del medio rural no pueden hacerlo, contra los apaños a la hora de acallar críticas, contra tantas y tantas cosas, le tocará estar a un político para el que la izquierda no es sólo una cuestión de siglas que sirve de salvoconducto para aplicar políticas de derechas.

No sólo siglas, insisto. Espero y deseo que siga siendo un parlamentario combativo y que a su discurso añada que sobran los privilegios realmente existentes, incluidos los de la mal llamada clase política.