FELIPE GONZÁLEZ: DEL ‘ESTILO ÉTICO’ AL ESPERPENTO | Desde el Bajo Narcea - Blogs elcomercio.es >

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Luis Arias Argüelles-Meres

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FELIPE GONZÁLEZ: DEL ‘ESTILO ÉTICO’ AL ESPERPENTO

«En el fondo, Felipe González Márquez era entonces, como casi todos nosotros, los de entonces que ya no somos los mismos, un joven con ambiciones, feliz consigo mismo y, como casi todos, indocumentado, lleno de lagunas que se suplían con vehemencia y fe en el futuro. … Felipe González era, en suma, ‘un estilo ético’. Y en esas tres palabras se reconciliaba toda una memoria histórica que hasta ese momento no era más que nostalgia y melancolía, desde los tiempos de la Ilustración hasta la II República, desde la tristeza del 98 a la muerte del general Franco». (J. J Armas Marcelo).

Increíblemente cierto: en 1982, Felipe González parecía un epítome del político que, ante todo, atesoraba algo tan valioso como una carga ética tan convincente como invencible. De hecho, Víctor Márquez Reviriego publicó un libro aquel mismo año, el de la irrepetible victoria de González, que tenía por título: ‘Felipe González. Un estilo ético’. ¡Madre mía! Lo más terrible del caso no es sólo que hayamos sido tan ingenuos muchos de los que vivimos aquello. Lo peor de todo es que, en la trayectoria de este personaje, se observa que pasó de ser todo un referente de lo que venimos diciendo a convertirse en una especie de caricatura de sí mismo, en un esperpento que desfigura la imagen anterior hasta límites aterradores.

Miren, no siento la más mínima admiración por Nicolás Maduro ni tampoco por su demagógico y circense antecesor. Añadiría que se cumple una vez más la regla de que la copia es peor aún que el original. Y, desde luego, no es de recibo bajo ningún concepto encarcelar a un político opositor. Semejantes prácticas dan cuenta de que en Venezuela no hay las más mínimas garantías democráticas.

Dicho esto, no acierto a explicarme el patinazo de Felipe González al haber afirmado que en el régimen de Pinochet se respetaban más los derechos humanos que en la Venezuela actual. ¿A cuento de qué necesita González comparar a Maduro con el tirano chileno para criticar al sucesor de Chávez, que hace méritos por sí mismo para dejar muy patentes tanto su histrionismo como su nula credibilidad democrática? ¿Cómo es posible que al ex presidente del Gobierno español no le abochorne mentar siquiera a un dictador que se impuso por la sangre y que llevó a cabo una represión brutal hasta el momento mismo que abandonó el poder? ¿Cómo puede atreverse González a faltar al respeto de forma tan imperdonable a Salvador Allende, principal víctima del verdugo chileno?

¿Qué le pasa a Felipe González? Porque, si de Venezuela hablamos, insistiendo en lo rechazable que resulta el chavismo tanto en lo ético como en lo estético, no podemos olvidar que el político andaluz fue muy amigo de un dirigente venezolano corrupto como Carlos Andrés Pérez, que, como González, tampoco se arredraba a la hora de declararse de izquierdas.

¿Qué se hizo de aquel Felipe González que, en su irrepetible campaña del 82, tenía como referencia de cabecera a Manuel Azaña y que decía defender el legado moral de un partido que acababa de cumplir su primer centenario? ¿Qué tiene que ver aquel personaje con el actual consejero de grandes empresas, amigo de personajes que atesoran enormes fortunas que jamás hubieran sido admirados por Pablo Iglesias?

¿Cómo es posible haber pasado del estilo ético al esperpento? ¿El estilo ético era el abrazo aristocrático que se produjo en su etapa como presidente del Gobierno? ¿El estilo ético tiene algo que ver con recomendar muy solemnemente que se alargue la edad de jubilación? Claro, lo sugiere alguien que nada en la abundancia económica y que parece que ya no tiene amigos pobres, aunque se siga declarando socialista de pro.

¿Nadie se atreverá a decirle que, salvo excepciones, cada vez que habla en público abochorna a todos, especialmente a su propio partido? ¿Nadie se atreverá a pedirle, al menos, discreción y prudencia?

Caricatura de sí mismo, digo, que, según parece, ha creado una fundación para que su ego se sienta aún más satisfecho. Deriva la suya que pasó, repito, del estilo ético, que aparentaba al esperpento que ahora representa.

Lo tengo escrito muchas veces: lo mejor que se puede decir de González es que no quiso marcharse de la política como Azaña, al que la derechona sigue odiando infinitamente, y, al final de su trayectoria pública, recuerda –mutatis mutandis– a Lerroux, a aquel personaje tan odiado por el PSOE que empezó en el radicalismo ideológico y que terminó su ciclo político enfangado por la corrupción y desprestigiado por una deriva que lo llevó al reaccionarismo.

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Sobre el autor

Luis Arias Argüelles-Meres es escritor y profesor de Lengua y Literatura en el IES "César Rodríguez", de Grao. Como columnista, publica sus artículos en EL COMERCIO sobre,actualidad, cultura, educación, Oviedo y Asturias. Es autor de los blogs: Desde el Bajo Narcea http://blogs.elcomercio.es/desde-el-bajo-narcea/ Desde la plaza del Carbayón http://blogs.elcomercio.es/panorama-vetustense/


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