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Luis Arias Argüelles-Meres

Desde el Bajo Narcea

De los particularismos al fatalismo

«Tarde o temprano en la vida, todos nos sentamos en un banquete de consecuencias» (Robert Louis Stevenson).

Estaría bien que nos preguntásemos qué se dirá en el futuro del momento que vive la vida pública española, momento en el que los particularismos han llegado al extremo de un fatalismo enfermizo e irrespirable. Al tiempo que don Mariano se atrinchera en la Moncloa, se nos sirven en bandeja sondeos que dejan claro que otra convocatoria electoral arrojaría unos resultados no menos complejos que los de ahora. Así es que el callejón sin salida está servido.

Sobre la mesa, no hay proyectos de país para ser discutidos. Tampoco hay llamamientos a que se alcancen acuerdos de mínimos para que esto empiece a andar. Éste es un juego de birlibirloque en el que los principales actores se reprochan entre sí que no hay coordinación para la función comience.

Aquí hay un presidente en funciones que lo deja todo en interrogantes. Por su parte, contamos con una izquierda desnortada que aún no se repuso del resultado electoral. Por su lado, las formaciones nacionalistas están más desconectadas que nunca de un proyecto común. Sin embargo, nadie parece querer percatarse de que, aun en el supuesto de que llegase ese acuerdo de Gobierno, todo apunta a que la situación de parálisis estaría muy lejos de conjurarse, porque habría que pactar presupuestos, habría que elaborar un nuevo sistema educativo, habría que buscar acomodo al llamado problema territorial, habría que afrontar la crisis, habría que garantizar las pensiones, y así un largo etcétera.

Y lo cierto es que, dejando de lado la incapacidad de la mayor parte de los dirigentes políticos de este país, tampoco se les ve voluntad de trabajar por esos grandes acuerdos que la sociedad necesita.

Demasiada mediocridad, excesivos sectarismos. Alguien debería darse cuenta de las exigencias del momento. Alguien tendría que ser consciente de que la existencia de un Gobierno no es en estos momentos garantía de nada. Me refiero a los notables que firman manifiestos pidiendo que se deje gobernar a Rajoy.

Ni el mismísimo doctor Pangloss contemplaría la posibilidad de que, de repente, don Mariano se convirtiese en un político capaz de generar acuerdos entre diferentes fuerzas políticas. Por eso, sin perder de vista que fue el candidato más votado en las elecciones de junio, tampoco debe soslayarse que el actual presidente es parte –y no pequeña– del problema.

Miren, en un momento en el que languidece un sistema político cada vez más aquejado de endogamia y mediocridad, cada vez más alejado de la meritocracia, los líderes políticos en su mayoría se aferran a sus privilegios y a sus coros y danzas, defendiendo una plaza asediada. Por eso van de los particularismos a un sectarismo que los acabará vampirizando y destruyendo.

Este país no se repone de los continuos y crecientes mazazos morales que viene sufriendo con una corrupción galopante y con una mediocridad nociva. Ya no es desafección, lo que esto alcanza es el peor de los fatalismos, es resignarse a lo irremediable.

Escalofriante.

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Sobre el autor

Luis Arias Argüelles-Meres es escritor y profesor de Lengua y Literatura en el IES "César Rodríguez", de Grao. Como columnista, publica sus artículos en EL COMERCIO sobre,actualidad, cultura, educación, Oviedo y Asturias. Es autor de los blogs: Desde el Bajo Narcea http://blogs.elcomercio.es/desde-el-bajo-narcea/ Desde la plaza del Carbayón http://blogs.elcomercio.es/panorama-vetustense/


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