Cada año, la Descarga de Cangas del Narcea se supera a sí misma. Cada año, nos vamos haciendo a la idea de que la capacidad de perfección es, si no infinita, sí, al menos, ilimitada, como el Universo. En el momento mismo en que finalizó, se tuvo la certeza de que la Descarga, también en 2017, se había superado a sí misma. Sin embargo, también estuvo ahí el convencimiento de que el año que viene será aún mejor.
La Descarga en 2017. Como siempre, gargantas que se secaban, ojos que se humedecían, piel que se erizaba, entusiasmo desorbitado. Sí, cada 16 de julio, el cielo oye a Cangas, Cangas se hace oír en el cielo. Sí, cada volador, tras estallar, se convierte en una pequeña nube que reclama atención, que ocupa su espacio, que se reivindica.
En cada estallido, comparten espacio la euforia y la desesperación, el desgarro y el alivio, el desahogo y la congoja. Cada estallido es el grito que se lanza hacia el cielo, el grito de quienes tiran los voladores, de quienes los apurren, de quienes contemplan el espectáculo desde los distintos rincones de Cangas. Es la estampida, la explosión, el bramido, el rugido, lo más atávico, lo más enérgico, lo más hondo, lo más agazapado que pide sitio para hacerse ver y oír. Otra Descarga más, otro ritual de pólvora, otro desafío a la perfección, otra cita con lo intenso, otro encuentro con la euforia.
Miles de voladores estallando en el cielo. El silencio de valles y montañas mientras tiene lugar el espectáculo. El deseo de que la Descarga no cese, la necesidad de vivir lo eterno dentro de instantes mágicos. No oímos más, no podemos oír más que la Descarga, pero, al mismo tiempo, nos escuchamos a nosotros mismos, latimos con los voladores, volamos con ellos, estallamos cuando ellos lo hacen. Fuego veloz como breves relámpagos, pólvora que truena en el cielo y lo atruena.
La Descarga, tormenta pluscuamperfecta, en la que se funden y confunden nuestros anhelos, nuestros sueños, nuestro dolor, nuestras limitaciones, nuestras ausencias. Se funden y confunden en la fiesta de la pólvora.
La Descarga de Cangas es un reclamo al cielo, un desafío a las alturas, es un espectáculo portentoso en el que los voladores gritan por nosotros. Y con nosotros.
Y el final del espectáculo es una emoción de la que nos cuesta salir, porque, en realidad, nos hemos abrazado a esas nubes que formaron en el cielo y nos cuesta lo suyo desasirnos.