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Daniel Castaño

El desván de los ñoños

Ñoñerías 2 a 5: A Dany El Ñoño le presentan chicas


No damas y caballeros, no entraré a continuación a sacar brillo a los tópicos sexistas de siempre… No caballeros y damas, ya no lo haré más. A las damas no hay quien las entienda y a los caballeros no hay dama que nos comprenda, tiene algo que ver con planetas diferentes, con astros peleados, con historias parciales, con partes del cuerpo enfrentadas a ratos y hasta, si me apuran, con las cosas del querer. Uno, que por ñoño nunca supo jugar a las damas, se apañó con el parchís largo tiempo y oteó el panorma tras la barandilla acepta el indescifrable envite ensimismado en el fondo y en la forma, y no siempre en ese orden, del contricante. Eso sí, apuntando las derrotas y las victorias en el aire, que en estas lides los antecedentes entreveran más que nada. Uno, que admira a las mujeres más que nada, entiende que la lucha es una excusa o una forma de llamarlo, que, en realidad, llamarlo de alguna forma es sólo una excusa más del teórico sin causa. El ñoño de espíritu cuerpo y alma no sale en los sueños de ellas, se lo digo yo que por ñoño me dejaron entrar en alguno.  

Sobre el autor

Por si a alguien le importa lo bastante como para reclamar, aquí presento las señas: Daniel Castaño, ilustrador, dibujante de cómics, humorista gráfico, farolero y ñoño practicante. Nací en el sur, allá abajo de casi todo, en un lugar tan chico como bien lindo al oriente de su homónimo cauteloso. Asturiano por parte de mi padre Aniceto y gallego de mi madre Amalia, adoptado por la tierrina hace tanto que ni me acuerdo. Estudié en la Escuela de Arte de Oviedo, y trabajé algunas veces aquí, en El Comercio, y algunas veces allá, en Gráficos y otros sitios perecederos. Ahora tengo treinta y unos cuantos, aunque me gusta aparentar que no me importa aparentar bastante menos de lo que me gustaría. En realidad allá por los 16 encontre mi cima, creo. Con eso y con todo me paso la vida dibujando. De chico pensaba que para cuando tuviera edad de merecer, podría ver los frutos de mi inversión en tanto tiempo perdido entre dibujos. Perdido, que no añorado. Cuando llegue a esa edad, se lo cuento.


mayo 2006
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