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Alberto del Río Legazpi

Los episodios avilesinos

Cementerios, en la historia de Avilés, hubo varios

           Hay una regla elemental entre aquellos escritores que llegan por vez primera a una población para glosarla o simplemente para conocerla. Son normas de obligado cumplimiento el que las dos primeras visitas sean al mercado y al cementerio.
           Se trata de una aproximación, mucho más eficaz y práctica de lo que se pueda pensar. El mercado es el termómetro de la vida social y costumbrista de la población a conocer y lógicamente un muestrario de los productos que se gastan en ella. El cementerio es un reflejo del urbanismo, de la historia y del gusto de la ciudad.
           Esta ley ‘olfativo-cultural’ se cumple plenamente en Avilés, cuyo mercado no solamente es el más populoso de Asturias, es conocido hasta por siete nombres y el más antiguo, al ser concedido por los Reyes Católicos a finales de la Edad Media, cuando un pavoroso incendio destruyó dos tercios de la ciudadela amurallada.
           En cuanto al actual cementerio municipal es uno de los más espectaculares que se pueden encontrar en el norte de España.
           Pero antes hubo otros cementerios, cosa lógica en villa tan antigua como Avilés. Durante siglos el cementerio municipal avilesino estuvo situado entre la muralla y la llamada ‘Iglesia de Los Padres’, y allí sigue ubicada la capilla funeraria (siglo XIV) de los Alas, aunque hay que matizar que estaba junto al cementerio, pero no dentro del recinto. El, entonces, pueblo de Sabugo tenía también su lugar de enterramiento sagrado, al costado izquierdo de la iglesia medieval de la plaza del Carbayo.
           También los hubo, más pequeños, en La Magdalena, Llaranes y el Hospital de Peregrinos de Rivero. Y con el paso del tiempo en Miranda y San Cristóbal.
           Igualmente existieron camposantos –aunque generalmente restringidos a religiosos– en los conventos de San Francisco, hoy iglesia de San Nicolás de Bari, y de San Bernardo, complejo hoy desaparecido y al que se accedía por la calle del mismo nombre.
           En el siglo XIX el gobierno español –aduciendo normas de higiene y salud pública– dicta leyes para  que los enterramientos en las poblaciones se hagan fuera del casco urbano de las mismas. Y así el Ayuntamiento avilesino se ve obligado, en 1813, a trasladar el cementerio municipal, a lo que eran entonces las afueras de la población, terrenos hoy ocupados por las escuelas de Sabugo.
           Pero la ciudad seguía creciendo en edificios y habitantes por lo que el gobierno civil de Asturias el 28 de enero de 1885 ordena clausurar los cementerios de Avilés, Miranda y San Cristóbal que eran los que prestaban sus servicios a Avilés y aledaños Y el Ayuntamiento decide la construcción de una nueva necrópolis para la vi­lla, en la zona alta de la población en el lugar conocido como La Carriona, al tiempo que clausura el de Miranda y construye otro nuevo en San Cristóbal.
           Diseñado por el arquitecto municipal Ricardo M. Bausá, el cementerio de La Carriona (se edificó en una finca así llamada) fue bendecido el 28 de agosto de 1890 para que acogiera a sus primeros “huéspedes”.
            El diseño de Bausá maneja la racionalidad en la distribución del conjunto formado por un rectángulo básico, presidido por una capilla, con planta de cruz, que actúa de núcleo distribuidor y del cual parten las avenidas principales del camposanto donde se sitúan los panteones. A esta parte antigua nos vamos a referir.
           Las clases pudientes del Avilés de aquella época, las que inician la industrialización tenían ‘gusto por la cultura’ cosa que se ve reflejada en las construcciones que se levantaron por aquel tiempo: nuevas calles de San Francisco y de La Cámara de edificios espectaculares, nueva iglesia neogótica (Sabugo), nuevo teatro neobarroco (el Palacio Valdés’) y nuevo hospital (en El Carbayedo).
           Todo ese gusto constructivo tuvo fiel reflejo en el nuevo cementerio de La Carriona donde los panteones de los pudientes son –en la mayoría de los casos–verdaderas obras de arte como: el mausoleo de la marquesa de San Juan de Nieva (el famoso del ángel señalando al cielo, obra de Cipriano Folgueras), o el dedicado al escritor Armando Palacio Valdés (de Jacinto Higueras) o los varios que diseñó Manuel del Busto, arquitecto clave en la Asturias de entre siglos XIX y XX y que comenzó su carrera en nuestra ciudad, construyendo varios edificios entre los que destacan el teatro  ‘Palacio Valdés’. 
           Lo que realmente llama la atención, en el cementerio avilesino, es el extraordinario conjunto de mausoleos pertenecientes a familias adineradas que quisieron trascender, alcanzar la inmortalidad que se dice. En el aspecto artístico puede que lo hayan logrado, en el religioso lamento no poder ofrecer esa información.
           Y aunque a algunos les pueda parecer extraño colocar un cementerio entre el catálogo de monumentos de una ciudad, en el caso avilesino queda justificado por la contrastada categoría artística de su necrópolis. Para que se den cuenta de su importancia, el cementerio de La Carriona forma parte de la Ruta Europea de Cementerios Significativos, y es el único asturiano en esta Ruta que agrupa 53 localizaciones, 18 de ellos en España.
           La Carriona es un episodio aparte. Descanse en paz.

Los episodios avilesinos es un blog de La Voz de Avilés

Sobre el autor

Espacio dedicado a aspectos históricos, biográficos, costumbristas y artísticos, fundamentalmente de Avilés y su comarca actual, así como a territorios que, a lo largo de los siglos, le fueron afines. Tampoco se excluyen otras zonas del planeta


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