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Alberto del Río Legazpi

Los episodios avilesinos

Las sedes que han tenido los Gobiernos de la villa de Avilés

El actual palacio municipal, en la plaza de España, solo tiene una antigüedad de 338 años. Anteriormente los gobernantes se reunían en otros lugares.
     Gramaticalmente, ayuntamiento remite a la acción y efecto de ayuntar, de ayuntarse, de reunirse. y eso la Real Academia lo lleva al límite, pues la quinta acepción del término ‘ayuntamiento’ es la de ‘coito’. Quizás esto ayude a explicar el por qué al personal tanto le gusta -y apasiona- el poder.
     Corto y cambio a concejo, que es término que remite directamente a gobierno local.
     De hecho lo más antiguo que se conoce en Avilés como forma de gobierno son los llamados Concejos Abiertos, reuniones públicas a las que podían acudir todos los vecinos. En el siglo XIV se citan, por ejemplo, las celebradas -previo aviso del pregonero- en el convento de San Francisco del Monte (actual iglesia de San Nicolás de Bari). En estos Concejos Abiertos se solucionaban problemas de convivencia y otros como las peticiones de nueva vecindad, muy abundantes, al ser Avilés ciudad privilegiada por el Fuero concedido por el rey Alfonso VII.
     También los había en el cementerio de la iglesia de Santo Tomás de Cantorbery (en la actual plaza del Carbayo) entre los vecinos de Sabugo. Porque Sabugo (episodios aparte) era un pueblo, con iglesia propia, y tanto es así, que llegó a tener sus propios alcaldes ‘de mar’. Con el tiempo la unión -administrativa- con la Villa se fue consumando y los alcaldes sabugueros consumiendo.
     Avilés crecía, al ritmo del progreso que le procuraba el tráfico y comercio marítimo. Entre esto y que había nacido España como nación, en el reinado de los Reyes Católicos, a finales del siglo XV, el Concejo Abierto fue perdiendo su sentido, siendo sustituido por el regimiento de un grupo de vecinos, los más poderosos (epidemia histórica mundial), elegidos anualmente y cuyas reuniones se celebraban en el cementerio (entonces bajo techado) de San Nicolás de Bari (actual de los Padres Franciscanos). En el camposanto (entre la iglesia y la muralla y frente a la capilla de Las Alas) había un pequeño habitáculo, donde se celebraban las sesiones del concejo avilesino.
     Un lugar tétrico e insalubre, por lo que no es de extrañar el acuerdo tomado el 26 de junio de 1484 de que: «Se faga una casa para el Concejo en la Plaza de la Rúa Nueva» o plaza de la Villa (hoy inexistente y situada en el entronque de las calles de La Fruta y El Sol).
     En este pequeño edificio municipal había puestos de grano, carne, pan y vino, también se custodiaba la arqueta del agua de la Villa y el patrón de pesas y medidas. Pero la casa ardió en el pavoroso incendio del 14 de diciembre de 1621 e hizo necesario comprar otra, en 1640, fuera de la muralla y contigua al viejo hospital de San Juan, en la plaza «De fuera de la Villa» (actual plaza de España).
     El caso es que entre una casa y otra y por la circunstancia relatada, las reuniones en el cubículo del cementerio, al que se le había abierto -en 1636- un ventanuco con vistas a la ría, no cesaron del todo. Ni mucho menos.
     Porque allí tuvo lugar una reunión trascendental, el 26 de agosto de 1670. Ese día tres toques de campana tañida (considerable avance tecnológico respecto al pregonero, que vio mermada su categoría como medio de comunicación), señal de llamada para que los mandatarios -presididos por el regidor Sebastián Bernaldo de Quirós, marqués de Camposagrado- se presentaran para adjudicar las obras para la construcción de un nuevo edificio municipal, que aún hoy perdura.
     Levantado fuera de la muralla, dada su gran superficie, entre «la puerta de la muralla del Alcázar, a la entrada de la calle de La Ferrería y la de Cima de Villa» (otra de las denominaciones de la calle de La Fruta), en los entonces espaciosos terrenos, que configuraban la «Plaza de fuera de la Villa», entonces vacía de soportales y abundante en álamos y carbayos (robles).
     Este palacio es el buque insignia de un trascendental desarrollo urbanístico de la Villa. La mansión debe su traza arquitectónica a Juan de Estrada y la materializó el maestro de obras avilesino Marcos Martínez, con material de la cantera de Bustiello, que estaba a tiro de piedra y nunca mejor dicho.
     Se inauguró el 22 de abril de 1677 siendo alcalde Alonso Carreño Bango. Y desde entonces en él, se ha venido gobernando religiosamente. Tómenlo al pie de la letra, porque en 1755 la Santa Sede, autorizó a celebrar misa, los días de acuerdos de plenos, en el Oratorio municipal, contiguo al salón de sesiones.
     Pero la “misa plenaria”, ya había desaparecido mucho antes de 1976, que fue cuando el ayuntamiento fue extendiéndose a otros edificios de la ciudad, dentro de acuerdos -tomados en los mandatos de Ricardo Fernández Suárez (1976-1979) y principalmente en los de Manuel Ponga Santamarta (1979-1988)- para adquisición de monumentales edificios (como el antiguo comercio ‘Aurelio’ en el Parche, el palacio Balsera o la casa de Arias de la Noceda, en Galiana), para su aprovechamiento municipal.
     Sin estos matrimonios urbanísticos quizás, hoy, estas artísticas mansiones estuviesen cayéndose a pedazos, ya que se habían quedado viudas de uso particular.
     Cosas así son ejemplo de buen gobierno de la comunidad. Que no reluzcan, solamente, malogros y bribonadas.
(Reedición revisada de episodio publicado en ‘La Voz de Avilés’ el 12 de junio de 2011)

Los episodios avilesinos es un blog de La Voz de Avilés

Sobre el autor

Espacio dedicado a aspectos históricos, biográficos, costumbristas y artísticos, fundamentalmente de Avilés y su comarca actual, así como a territorios que, a lo largo de los siglos, le fueron afines. Tampoco se excluyen otras zonas del planeta


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