Diez mil. Esta es la desorbitada, acongojante y penosa cifra de niños refugiados, que han llegado a Europa procedentes de Siria y otros países en conflicto y que, sorprendentemente, han desaparecido dentro de nuestras fronteras europeas. Se trata de niños huérfanos, extraviados, hambrientos, desasistidos. Niños de nadie. En definitiva, niños sin nombre y sin filiación conocida.
Esta cifra tan escalofriante de niños desaparecidos, ha sido dada por un miembro de la Europol. Lamentablemente es una cifra que se está manejando como un simple dato, como si hubieren desaparecido por robo diez mil coches o diez mil quilos de carne. Pero nadie informa a ciencia cierta de las causas de estas desapariciones. Unos dicen que muchos de esos niños han acabado en las manos de sus familiares, pero sin que las autoridades del lugar tengan control alguno sobre esto. Otros dicen que algunos de esos niños están con personas que los acogieron en sus domicilios, pero tampoco existe ningún control administrativo sobre estas “pseudo adopciones”. Por último, lo que resulta más alarmante es que la Europol sospecha que estos niños han caído en manos de organizaciones criminales que se han trasladado desde los países de origen de estos niños y que están empezando a operar en Europa.
Estas desapariciones, sea cual sea la causa que las ha provocado, ponen de manifiesto el estrepitoso fracaso de las erráticas políticas europeas para el acogimiento de todos los inmigrantes y refugiados que han entrado dentro de nuestras fronteras europeas. Este fracaso en las políticas de acogimiento es sin duda la razón por la que pueden aparecer y operar esas mafias organizadas que tienen todas las vías abiertas a causa del grave y a la vez preocupante control administrativo que existe para el acogimiento.
Siguen llegando niños a las costas europeas y algunos de ellos se mueren ahogados en la dura travesía –que rápido nos hemos olvidado de la triste foto del niño Aylan ahogado en la orilla de una playa turca-. Otros, los que son salvados y acogidos de primera mano por las organizaciones humanitarias que vienen operando en esas zonas de desembarco habitual, fruto del descontrol administrativo existente, empiezan a vagar por no se sabe dónde y de pronto desaparecen. Como dice el Director de Save the children: “es atroz que un niño que ha huido de una bomba, caiga en manos de unos traficantes. Es el castigo más inhumano”.
Parece ser, por las informaciones que trasladan los equipos de las ONGs que operan en esas zonas de acogida de refugiados, que están atendiendo cada día a muchos niños sin ningún tipo de apoyo gubernamental y aún menos, sin ningún tipo de control administrativo posterior sobre el destino de esos niños. Estos equipos humanitarios se limitan a sacar a los niños del agua, a taparlos con mantas para darles calor, proporcionarles alimentación de emergencia y muy poco mas, ya que a partir de ahí, por la ausencia de miembros de las policías locales o de miembros de protección civil, tristemente se pierde cualquier tipo de rastro, con la consiguiente impotencia de esos equipos de salvamento. Ese niño errante, si tiene suerte, puede ser acogido por una familia caritativa que decida alojarlo en su casa. Pero también puede ser subido a un coche y ser raptado materialmente.
He visto unos datos de Unicef en los que se reseña que en el pasado año 2015, del casi un millón de personas desplazadas, más de 270.000 eran niños. De modo concreto a Alemania y Suecia llegaron 85.000 niños. Se trata de unas cifras que causan vértigo y que reflejan la magnitud del problema. Estos niños tienen que ser acogidos y tratados de modo diferente a los adultos ya que como es evidente, tienen unas problemáticas y unas necesidades diferentes debido a esa inmadurez agravada con la penosidad de su situación que necesariamente requiere de un fuerte apoyo psicológico.
Todos los gobiernos europeos deberían de tener una sensibilidad especial con este problema y en base a ello deberían de definir claros planes para la protección y el control de estos niños refugiados. Y sobre todo deberían de tener planes concretos para luchar contra estas mafias organizadas que según parece se están implantando dentro de nuestras fronteras para beneficiarse de tan cruel e inhumano negocio infantil. Y digo deberían porque en este momento la situación es de una clara falta de acción y un claro abandono de esta protección tan necesaria. El descontrol administrativo es grande y es el que provoca esa gran inseguridad a la que quedan sometidos los niños refugiados.
España no está sufriendo este problema, pero sólo por una causa: porque no nos han llegado niños refugiados en la misma medida que han llegado a otros países nórdicos. De modo concreto, de los 16.000 refugiados comprometidos, sólo nos han llegado 16 personas por vías legales y ninguna de esas 16 personas era un niño. De haber llegado niños, igual el problema hubiese sido el mismo.
Es lamentable que las políticas erráticas de las autoridades europeas y la falta de control, sean la causa directa de que algunos de esos niños mueran en el mar y otros salvados en tierra terminen en manos de mafiosos y traficantes. Yo me pregunto: ¿qué están haciendo esos dirigentes políticos europeos que de modo solemne firmaron un convenio de acogimiento y que ahora se limitan a mirar para otro lado? Está claro que estas cosas de los derechos humanos sólo sirven para que los gobernantes se hagan la foto de rigor cuando pomposamente firman el acuerdo de acogimiento, pero después, la realidad es que este grave problema humanitario de esos diez mil niños, si siquiera está siendo tratado como si lo que hubieren desaparecido fueran 10.000 mercedes de gama alta. Parece que los niños son una simple mercancía para el tráfico de las mafias. ¡¡qué pena!!