Por María de Álvaro:

Caín era asturiano, ya no queda ninguna duda. La última serpiente veraniega del enfrentamiento entre Gijón y Oviedo ya no da la risa. Da vergüenza. En la región con menos natalidad del mundo, en la que se cobran más prejubilaciones por metro cuadrado, en la que más millones hay que soltar a las multinacionales para que nos hagan el favor de poner aquí algo, en la que para ir a Galicia hay que pillar un todoterreno y para llegar a Santander, el Unquera-Llanes… En la Asturias de las leyendas urbanas, en esa Asturias, a nuestros políticos ahora mismo sólo les preocupa si el Instituto Asturiano de la Mujer está en Gijón o en Oviedo.

Unos y otros hablan de atracos y de centralismos o de descentralizaciones y yo me pregunto que pensará, por ejemplo, un madrileño de todo esto cuando la Y viene a ser del tamaño de la Castellana (solo que con más tráfico). Eso por no pensar en para qué sirve tener cerca de casa el Instituto Asturiano de la Mujer.

Servidora es de Gijón desde el mismo día de su nacimiento y se ríe con los chistes de la capital, de la misma manera que si hubiera nacido en Oviedo –gracias a Dios mi madre llegó a tiempo al Sanatorio Begoña– se partiría de los de la ‘sucursal’. Si la rivalidad es para eso, o para que viva el Sporting manque pierda y el Oviedo manque desaparezca, vale. Lo otro, perdónenme, es una aldeanada se mire por donde se mire y venga de la ciudad que venga.