La jornada de reflexión es ese bendito respiro que nos da la democracia para librarnos de los mitines y el reparto indiscriminado de besos y propaganda al que nos someten nuestros amados representantes públicos, o ‘candidatos a’. La jornada de reflexión no sirve, como todo el mundo sabe, para reflexionar nada, ni mucho menos para decidir el voto, en eso suele coincidir con la campaña. Así que la jornada de reflexión es un sábado como otro cualquiera en el que quien más quien menos da un paseo, toma un vermú, compra un periódico o va al cine o a cazar mariposas. ¿Todos? No. Aquí, como en la aldea gala de Asterix y Obelix, hay una excepción: y son ellos, precisamente ellos.

Hace escasos minutos, a la redacción de mi periódico han llegado las agendas de nuestros candidatos a presidente (o presidenta, líbrenme Dios, la RAE y las asociaciones feministas). Y ahora paso a hacer un simple apunte del natural. O sea, describo: Fernandez, don Javier, anuncia que va a dar una vuelta por Mieres con unos amigos y a pasar la tarde en Somió con la familia; Fernández también, pero doña Mercedes, estará primero tomando café en el Dindurra y comiendo después en Ataulfo; Álvarez-Cascos, don Francisco,  seguramente y como acostumbra en estos casos, comulgará con la naturaleza, a pelo y sin oxígeno, que se sepa. Y digo seguramente y que se sepa porque de Foro Asturias no hay nota de prensa.

Dicho esto me limito a llamar la atención sobre lo bien que describe a cada quien qué hace con su tiempo libre cuando ese tiempo libre es, en realidad, el tiempo para que le saquen una foto y usted y yo, los que al día siguiente vamos a votar, o no, la veamos. Pues eso.