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Juan Neira

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LAS TORRES IMPARES

El proyecto de Calatrava en Oviedo plantea un modelo alternativo al plasmado en los planes de urbanismo
La presentación del proyecto de Calatrava para la entrada de Oviedo, con la construcción de tres torres de 39 pisos que alcanzarán los 139 metros de altura, constituye la noticia del fin de año en Asturias. A su lado, palidecen el rechazo de los Presupuestos del Principado, las cuitas de la concertación social, la rebaja del peaje del Huerna, las explicaciones sobre los sobrecostes de obra pública y la magna reunión de gestores culturales en Avilés. Sólo una inimaginable sorpresa deportiva o un imprevisto titular en páginas de sucesos podrían desplazar a las Torres Impares del centro de la atención.
La primera consideración sobre el proyecto de Calatrava tiene que pasar por constatación de las torres que se planean en Gijón, cuando se libere el terreno ocupado por la barrera ferroviaria. La apuesta por los rascacielos ovetenses viene precedida de las treinta alturas que se apuntan a la entrada de la villa de Jovellanos. Podrá discutirse que se trata de dos proyectos muy diferentes, que es distinto el solar sobre el que se asientan, que tienen dispares motivaciones, pero no cabe negar la coincidencia en el tiempo y la similitud en la cota de altura. Resolver lo que tiene de causal o de accidental esa coincidencia ayudaría a ganar mucho tiempo en la discusión del proyecto de Calatrava.
Las Torres Impares fueron saludadas por la oposición municipal con críticas decentradas. Paloma Saínz y Sánchez Ramos apuntaron que los rascacielos iban a aportar grandes beneficios a la empresa promotora, Jovellanos XXI, porque el metro cuadrado le va a costar 181 euros y va a poder construir 300 pisos, cuando el Plan General de Ordenación Urbana (PGOU) prevé que en esa parcela se hagan 84 viviendas. Los dos concejales de la oposición reclamaron la construcción de equipamientos públicos, en vez de viviendas para el solar.
Todas esas consideraciones están muy bien, pero no van al centro de la cuestión. En los últimos quince años hemos conocido muchas recalificaciones de terrenos en Oviedo que dieron grandes ganancias económicas a sus propietarios. Hubo cambios de usos o intensificación de volumetría, desdibujando radicalmente las previsiones del PGOU. En otras ciudades asturianas también ha pasado lo mismo, aunque con menos intensidad. Pero el problema que plantean las Torres Impares de Calatrava es de otro orden, es algo nuevo, no cabe reducirlo a la discrecional recalificación y la rampante plusvalía.
El Ayuntamiento de Oviedo negociará con los gestores de Jovellanos XXI la reversión de las ganancias de las Torres Impares en bien de la ciudad. Puede llegarse a una solución ajustada o no. Es una fórmula que recuerda el método de hacer urbanismo por convenio, o por utilizar una formulación en boga en la España autonómica: urbanismo bilateral. Ganancia por ganancia. El que tenga dudas sobre la legalidad de la operación tiene abierta la puerta del recurso administrativo y, eventualmente, la vía jurisdiccional. Como con todas las decisiones de las administraciones.
Las primeras opiniones sobre el proyecto las realizaron varios arquitectos asturianos, y se movieron entre la crítica comedida acerca de los excesos del diseño y la rigurosa reflexión profesional sobre las bondades del concurso internacional de ideas. La incómoda ubicación de ser colegas de Calatrava, que les hace moverse entre el rol del “fuego amigo” y la máxima de “perro no muerde a perro”, dejó sin tratar la esencia del problema. Vamos a ello.
DOS MODELOS
Tres torres que doblan en altura a la catedral de Oviedo en una parcela pequeña y a las puertas del casco histórico resulta una enmienda a la totalidad de los planes de urbanismo, tal como se desarrollaron en las ciudades asturianas desde las primeras corporaciones democráticas. El diseño de Calatrava puede ser acertado o errado, pero es algo radicalmente nuevo que no tiene encaje con la filosofía de los planes de urbanismo que descansan en la especialización de suelos y en las alturas contenidas.
Por ejemplo, en Gijón, hasta el otro día, ningún arquitecto se hubiera atrevido a diseñar un edificio de más de siete alturas para no incurrir en sacrilegio. Recuérdese que hace unos pocos años se barajó la posibilidad de “podar” dos edificios de la Plaza del Marqués, porque tenían trece o catorce alturas, indemnizando a sus propietarios. Recuerdo que a eso se le llamó “reflexiones urbanísticas para el siglo XXI”
Al presentar la maqueta, Santiago Calatrava se defendió de las críticas sobre la inadecuación de las torres junto al casco histórico, recordando la ubicación de la catedral de San Patricio, en Nueva York, junto a los rascacielos. Una disculpa que da con la clave del asunto: el urbanismo de Manhattan es incompatible con la planificación urbana española. Lo que está en juego no es una cuestión de plusvalías ni la estética de unos edificios sino el modo de “hacer ciudad” de los últimos treinta años.
La falta de crítica a los planes de urbanismo es suplida por la vía de los hechos con las Torres Impares. Calatrava justificó las 39 alturas para albergar 300 viviendas diciendo que “el suelo es sagrado”. Y volvió a poner el dedo en la llaga. El urbanismo democrático evita la especulación del suelo por el método de consumir mucho suelo: las ciudades extensas. Sino se crece en vertical se hace en horizontal. Un método más caro, por la extensión de las infraestructuras, y con mayor gasto energético. A cambio, la ciudad se vuelve más tranquila, menos agobiante, etcétera.
Las Torres Impares plantean un cambio de paradigma urbanístico al que habrá que dar respuesta racional, abandonando meras consideraciones estéticas. Lo que no cabe duda es que un nuevo tipo de ciudad está ya en marcha que tendrá los siguientes pasos en el contiguo solar de la Fábrica de Armas de La Vega, donde futuros rascacielos taparán la vista a las Torres Impares.
Puede que los próximos días las críticas a las Torres Impares se centren en la inadecuación del terreno donde se levantan. Es una postura ponderada: en París nadie se hubiera atrevido a levantar el Arco de la Defensa, con los rascacielos colindantes, a 500 metros del Louvre. Ahora bien, la cuestión de fondo quedaría de esta manera sin contestar.
Los planes de urbanismo no han evitado la realidad de una vivienda carísima, el consumo de mucho suelo y el enorme gasto en energía. Las Torres Impares son el adelanto de un modelo alternativo, que cuenta con una ventaja: el público nunca dejó sentirse hechizado por el modelo americano. Y a todo esto: ¿qué dirá la Cuota? ¿Qué piensa el Principado?

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por JUAN NEIRA

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