Dentro del interés que tienen los socialistas por llevar a cabo una producción legislativa presentable en este mandato, tras varias legislaturas sin aprobar normas, con la excepción de la Ley de los Presupuestos, se encuentra el intento por aprobar la Ley del Presidente. En ella quedaría concretado el estatus del jefe de Gobierno, con mención expresa al límite de mandatos y otro tipo de cuestiones que tienen alguna venta hacia el exterior, pero que no inciden en nada transcendente para la región. El acuerdo parlamentario sobre los principales aspectos de la norma estaba ya muy avanzado, pero el sanedrín socialista ha empezado a dudar.

La norma, un tanto insustancial, toca un punto clave para la perpetuación en el poder: el sistema de votación en la sesión de investidura del presidente. En Asturias, por influencia de los grandes estadistas que hay en nuestra clase política, se acordó un modo de votación singular, sin parangón en la práctica parlamentaria de las democracias, que consiste en reducir la autonomía de los diputados a votar a favor del candidato o abstenerse. Aunque la personalidad y el programa del candidato parezcan deleznables, los diputados no pueden expresar su rechazo. La mayor muestra de disconformidad que se admite en la Junta General del Principado es la abstención. El resultado práctico de la norma es un mayúsculo disparate: con que un diputado vote a favor del candidato ya queda investido como presidente, porque las abstenciones no computan ni a favor ni en contra, como es obvio.

Este punto, por sí solo, rebaja a nivel de bono basura la calidad de un sistema democrático, en este caso, el asturiano. Es de todo punto inadmisible que los representantes de los ciudadanos no puedan decir “no” a un político que aspira a gobernar la región. ¿Qué diríamos si PSOE, IU o UPyD no pudieran votar negativamente la investidura de Rajoy? Había un principio de acuerdo para reformar tan absurdo método, pero el PSOE ha empezado a echar cuentas y teme perder el poder si se implanta un sistema de investidura verdaderamente democrático. La inevitable entrada de Podemos en la Cámara autonómica deja a los socialistas en situación precaria, porque entre los dos grupos no habrá entendimiento, como se apresuró a anticipar Javier Fernández, así que con una IU a la baja, las únicas esperanzas estarían cifradas en los esfuerzos del PP para impedir el entendimiento del centro-derecha.