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Juan Neira

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VUELTA A ESPAÑA EN 50 DÍAS

Mañana se cumplen cincuenta días desde la celebración de las elecciones generales. La política nacional no ha tenido ni un día de tregua desde el inicio del otoño. El tiempo cambia la perspectiva sobre los acontecimientos: los resultados de las urnas se leen ahora de forma muy distinta a la noche electoral. No hay nada resuelto, pero los vencedores están apartados de la escena y los derrotados concentran las miradas.
Cincuenta días para explicitar afinidades y rechazos, algo que el resto de mamíferos soluciona en un instante con el olfato. De los cuatro principales partidos (PP, PSOE, Podemos y Ciudadanos), el más querido es el PSOE: los otros tres grupos quieren aliarse con él. Pedro Sánchez devuelve el afecto formalizando comisiones de trabajo, con la excepción del PP, al que dispensa trato de partido anticonstitucional: únicamente prevé una entrevista protocolaria con Rajoy, como si fuese el líder de Esquerra Republicana de Cataluña o de Democracia y Libertad. El bando de los malos.
PP y PODEMOS
El partido más inflexible es Podemos. Sólo quiere entenderse con el PSOE y bajo cláusulas leoninas: obligatoria exclusión de Ciudadanos. Como Pedro Sánchez no acepta el planteamiento restrictivo de Pablo Iglesias, Podemos ha quedado, al menos coyunturalmente, sin interlocutores. Ese panorama refleja un mapa marcado por las líneas rojas.
Tras las primeras propuestas nos encontramos con que el PP no tiene ya otra estrategia que la repetición de elecciones. Está aislado. Rajoy hizo política pensando en que siempre tendría mayoría absoluta.
Podemos se reserva vicepresidencia y principales ministerios dentro de un gobierno de unidad de la izquierda, con PSOE e IU. Esta alternativa fracasa por la aritmética: la suma de escaños de los tres grupos de la izquierda se eleva a 161 escaños, mientras que PP y Ciudadanos suman 163. Pablo Iglesias oculta que la alternativa que preconiza necesita del apoyo del PNV, el único partido vaticanista del mapa político español. Ese trabajo se lo deja para Pedro Sánchez. Los dirigentes de Podemos no permiten que la realidad estropee sus discursos.
PSOE y CIUDADANOS
Ciudadanos trabaja en favor de la gran coalición, cuando ni el propio Rajoy cree ya en ella. Albert Rivera juega el rol de político dúctil, centrista, proclive a acuerdos, pero a la hora de la verdad temblará ante la posibilidad de una nueva convocatoria electoral. Si llega el momento de mojarse, es probable que se abstenga ante la alianza de las izquierdas.
Pedro Sánchez ablanda a los barones autonómicos concertando con Ciudadanos. Caminando por esa vía se llega al fracaso: 136 escaños, contando con el PNV, frente a los 192 del PP y Podemos. Cortejar a Ciudadanos sólo se entiende como forma de ganarse su abstención, algo que Albert Rivera concederá sin pedir nada a cambio.
No es posible que los líderes avancen por caminos que no llevan a ningún sitio. La única razón estriba en que gran parte de sus juegos y cabriolas están hechos para ganar imagen, no vaya a ser que la potencial convocatoria electoral de primavera los pille despeinados y desubicados.
El pasado jueves, declaraba Álvarez Areces en Canal 10 que Pedro Sánchez acertaba con su estrategia aun en el caso de que no pudiera formar gobierno. Un buen ejemplo de lo dicho. También Pablo Iglesias o Albert Rivera aciertan en el supuesto de que haya elecciones.
El único que no saca beneficio de su actitud es Rajoy, que ve erosionado su liderazgo, pierde “feeling” con la sociedad, y colabora con la izquierda en distorsionar la imagen del PP, como partido hosco y alérgico al diálogo. El monótono discurso postelectoral de Rajoy, “nos corresponde gobernar porque ganamos las elecciones”, sólo demuestra su incapacidad para pactar mayoría parlamentarias. Pensar que los rivales tienen que ponerse obligatoriamente a sus órdenes, para que pueda gobernar, es tan disparatado como ridículo.
DOS ESCENARIOS
Si prescindimos de la faramalla postelectoral, nos encontramos con dos escenarios plausibles: el “gobierno de los cuatro”, PSOE-Podemos-IU-PNV (basta con que formen alianza parlamentaria) o la disolución de la Cámara.
En el segundo supuesto estaríamos en presencia de la legislatura más breve de la agitada historia del parlamentarismo español. Las encuestas dicen que se llegaría a un resultado parecido, con lo que resucitaría Rajoy, como heraldo de la gran coalición. Hay demasiada polución para ver tan lejos.
El “gobierno de los cuatro” lo rechaza la mitad del electorado (centro-derecha), la mayoría absoluta de la banca y la patronal, el estado mayor del PSOE, la Comisión Europea, Ángela Merkel (¿la Comisión Europea con la cara cambiada?), los inversores extranjeros y los ahorradores españoles.
A ello hay que añadir que en caso de que el gobierno llegara a formarse, Podemos no contempla terminar el mandato para evidenciar la fragilidad de Pedro Sánchez. Con todos esos impedimentos y la magra cuota de 90 diputados, el secretario general del PSOE se la va a jugar, apoyado tanto en los afines como en los que temen volver a retratarse en las urnas.

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por JUAN NEIRA

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