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Juan Neira

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EL VETO DE ALBERT RIVERA

Albert Rivera ha dado la sorpresa al declarar en el ecuador de la campaña electoral que no votará la investidura de Mariano Rajoy como presidente. A unos días de los comicios ningún candidato hace declaraciones que le puedan perjudicar en las urnas. Estoy seguro que fue una manifestación estudiada, sopesando pros y contras, pero sólo veo que de ella se deriven perjuicios para Ciudadanos (C’s) La buena sintonía entre PSOE y C’s es un hecho. En el debate televisado de los cuatro líderes, Albert Rivera y Pedro Sánchez no intercambiaron críticas, volcando sus diatribas en Rajoy e Iglesias. Ni siquiera discreparon sobre el modelo de contrato laboral como hacían en la anterior campaña. El acuerdo parlamentario alcanzado entre C’s y PSOE para la investidura de Sánchez ha creado un nexo entre los dos grupos que refuerza la imagen de centroizquierda de C’s. Ante el electorado de derechas no le conviene a Rivera vetar a Rajoy, porque de esa manera queda su imagen excesivamente escorada a la izquierda. Es un contrasentido que Inés Arrimadas, en el llamado debate de las mujeres, haya estado todo el tiempo repartiendo críticas, al alimón, para Carolina Bescansa (Podemos) y Andrea Levi (PP), y que Rivera haya hecho lo propio con Rajoy e Iglesias, en el debate de “los tenores”, para romper luego con toda noción de equidistancia inaugurando la temporada de los vetos al tachar a Rajoy de la lista de presidenciables. Un gesto totalmente gratuito, porque después de las elecciones tendrá Rivera todo el tiempo del mundo para entrar en el juego de las impugnaciones.

Tras el fracaso de las pasadas elecciones, la gente quiere oír hablar de acuerdos. No me parece que sea muy inteligente establecer condiciones ajenas a las cuestiones programáticas, que se relacionan con la idoneidad de otros líderes políticos. Lo más sensato hubiera sido esperar y dejar que tras los comicios sea Sánchez el encargado de ponerle líneas rojas al PP. Al final, o gobierna Pablo Iglesias o será el PSOE el que delimite las opciones del PP.

De sus declaraciones se deduce que Albert Rivera se ve al frente de un partido bisagra, cuando aspira a formar parte de una mayoría parlamentaria y a ser socio minoritario de un futuro gobierno. Los partidos bisagra no suelen vetar a los líderes de los partidos mayoritarios. El mensaje de fondo es inquietante: las negociaciones postelectorales serán tan farragosas como las vividas este invierno.

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por JUAN NEIRA

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