Tras la reunión entre Mariano Rajoy y Albert Rivera la postura de Ciudadanos (C,s) sobre la investidura del primero ha pasado de rocosa a líquida. Hasta el encuentro con el presidente en funciones, la doctrina de C’s era nítida, “no vamos a facilitar la continuidad de Rajoy ni por activa ni por pasiva”. Un “no” rotundo. Ahora las negativas tajantes se reservan para un asunto menos decisivo: “no vamos a estar en el gobierno ni apoyarlo, pero estamos dispuestos a negociar”. De confirmar la dirección del partido las palabras de Rivera, en la sesión de investidura –al menos en la segunda votación- optarían por la abstención y, a partir de ahí, negociarían desde la oposición. El líder de C`s reconoció que no se podía seguir así y que había que tener un gobierno cuanto antes.

El plan de Rivera consiste en comprometer a los socialistas en la gobernabilidad del próximo mandato, convenciéndoles de que se abstengan en la investidura para concertar, posteriormente, desde la oposición. A quince días vista (el calendario de Rajoy pasa por solicitar el plácet de la Cámara en la última semana de julio o la primera de agosto) va a ser muy difícil que el PSOE dé un paso en esa dirección. Pedro Sánchez no tiene un liderazgo dentro de su partido como Rivera en el suyo. El PSOE es un grupo con más de una docena de dirigentes de peso que pueden desestabilizar al secretario general, mientras que Rivera acumula en su persona todo el capital político de C’s. Los socialistas fomentan el antagonismo izquierda-derecha sobre el que se construyó el bipartidismo, al contrario de C’s que presumen de poder pactar con unos (socialistas en Andalucía) y otros (populares en Madrid), según las circunstancias.

Las cosas han empezado a moverse. Se ha pasado del rechazo unánime a Rajoy a los matices. La abstención empieza a ser una opción a contemplar, algo que no ocurrió en los meses posteriores a los comicios del 20 de diciembre. Cada vez se escuchan más voces que piden racionalidad. Alfonso Guerra acaba de decir que el PSOE incurre en contradicción cuando predica la negativa a Rajoy y a la repetición de las elecciones. Una cosa o la otra. No obstante, también hay políticos que siguen en sus trece. Pablo Iglesias recurrió a los gestos como sustituto del discurso: llegó un cuarto de hora tarde a la cita con Rajoy. La última vez que se usó la demora como arma política fue en Hendaya, cuando Franco llegó una hora tarde para verse con Hitler.