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Juan Neira

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CIUDADANOS, VIRTUDES Y DEFECTOS

El inmovilismo de nuestra clase política se resquebraja por la iniciativa de Ciudadanos (C’s) de votar “sí” a la investidura de Rajoy si acepta media docena de condiciones que coinciden básicamente con las planteadas, en su día, a varios presidentes autonómicos, entre ellos Susana Díaz y Cristina Cifuentes.
Albert Rivera derriba los muros ideológicos que dividían la política española pactando con Pedro Sánchez, en marzo, y con Mariano Rajoy, en agosto. El líder de C’s rompe con la política de vetos a la que él mismo se había sumado al iniciar las dos últimas legislaturas. Tiende puentes cuando el resto de dirigentes están a la defensiva. C’s juega un papel necesario en tiempos de intransigencia.
Pedro Sánchez evalúa positivamente la entente entre PP y C’s por tratarse de una alianza de derechas. Un lenguaje propio de campaña electoral que no resiste el mínimo análisis. Las exigencias de Rivera no son de derechas ni de izquierdas, sino de regeneración democrática, por resumirlas en una frase que a él le gusta. Están en línea con las peticiones que muchas veces formuló el propio Pedro Sánchez. El secretario general del PSOE es un hombre joven, con modales de hoy, pero con un bagaje intelectual preservado por bolas de alcanfor.
BISAGRA
El tránsito de Rivera, de Sánchez a Rajoy, lo han hecho millones de españoles en una u otra dirección. Millones de españoles que no se refugian en banderas para votar en un sentido o en otro. Cada tiempo tiene sus propias exigencias y de ahí la fluctuación de un partido a otro.
En 1982 era obligado votar a Felipe González, tras el golpe de Estado y el desmoronamiento de UCD. En 1996, votar al PSOE suponía apostar por mantener viva una Administración corrompida por sucesivas mayorías absolutas (formalmente dos, en 1982 y 1986, a las que habría que sumar una tercera, en 1989, con 175 escaños). La llegada de Aznar era necesaria, como luego hizo falta una goma de borrar, llamada Zapatero, para mandar a la oposición el plan escrito en el cuaderno azul. Posteriormente, cuando el déficit del Estado estaba en el 9,2% del PIB, aferrarse a las recetas socialistas hubiera sido una locura y por eso fue bienvenido Rajoy.
Mostrarse ciego ante la realidad y proclamar con orgullo la fidelidad a un partido, en todas las citas electorales, es más propio de un espíritu fundamentalista que de una mente democrática. El inmovilismo es pura negación.
La reflexión no sirve sólo para la política, es válida para todo en la vida. Tengo un amigo que a los veinticinco años vibraba con Schubert, Beethoven o Mendelssohn. A los cuarenta oía a Haydn y Mozart. Y después de los cincuenta se refugia en Bach, Händel, Corelli, Purcell, Vivaldi…
El papel que juega C’s es netamente positivo en la actual coyuntura de la política española y también por razones inherentes al sistema pluripartidista. Hasta ahora, las mayorías simples en España las completaban los grupos nacionalistas dando apoyo a gobiernos a costa de debilitar el Estado. Con C’s España tiene por primera vez un partido bisagra que plantea exigencias -acertadas o equivocadas- pero que no van destinadas a fomentar los privilegios territoriales.
DEFECTOS
Llegó el momento de señalar los defectos que acompañan a C’s.
Su líder, Albert Rivera, cambia con mucha facilidad de criterio. Un día dice que nunca apoyará a Sánchez y al día siguiente lo respalda sin matices. Veta repetidamente a Rajoy, para apoyarlo sin solución de continuidad.
Aunque Rivera es una persona valiente (lo demostró en Cataluña desde una posición minoritaria frente al nacionalismo) e inteligente, con un discurso interclasista acertado, no tiene una profunda comprensión de la política. El mejor ejemplo es que identifica las necesidades del presente con la realización compulsiva de reformas.
España necesita de reformas, desde luego, pero más aún de gestión solvente. El tratamiento de la deuda, del déficit público, de la política de incentivos económicos, de la gestión sanitaria, etcétera, demandan del acierto en las decisiones diarias.
Voy más allá. Los ilusos (son legión) que consideran que la Educación se soluciona derribando la Lomce y firmando una ley consensuada por todos, son los mismos que creen que el BOE tiene más fuerza en la escuela que los maestros. En España hay un exceso de normas y de problemas, y los segundos no se resuelven con más dosis de arsenal legal.
Rivera cree en el consenso; es otro de los que piensa que los españoles ganaríamos una partida de ajedrez a Kasparov haciendo las jugadas por consenso entre millones de aficionados al deporte-ciencia.
Como C’s es un partido de líder único, los defectos de Rivera se trasladan al partido. Hablando de partido, otro de los defectos de C’s es que está muy lejos de parecerse a un partido convencional, con bases amplias y plurales y una dirección colectiva que no desayuna necesariamente naranjas. Para entendernos, un partido como el PSOE, pero sin el inmenso fardo de ideología trasnochada y sin las manchas de corrupción.
Si un día madura C’s, seguro que le planteará otras exigencias a Rajoy, porque la limitación de mandatos y el cambio (¡reforma!) del sistema electoral interesan a su Comité Ejecutivo, pero no resuelven la vida a los españoles.

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por JUAN NEIRA

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