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Juan Neira

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CONGRESOS DE PAZ Y GUERRA

Tras el frenesí electoral, la política de este año girará en torno a los congresos partidarios. Las cuatro principales formaciones se reunirán para elegir dirección y fijar línea política. Tres de ellas –PP, Podemos y Ciudadanos- lo harán este invierno.
El interés de los congresos está centrado en saber quién los va a ganar, entendiendo por ganar la obtención de la jefatura del partido y la composición de la dirección colegiada. El debate sobre la línea política es absolutamente secundario, porque los partidos transitarán por donde diga el líder de turno, con independencia de las tesis validadas en los congresos.
A priori, hay dos grupos que tendrán reuniones pacíficas y otros dos que llegarán a la cita con las aguas revueltas. Calma en PP y Ciudadanos, tormenta sobre PSOE y Podemos.
CALMA
El congreso de Ciudadanos tiene carácter fundacional. Es la primera vez que se convoca, en muchos años, y al mismo irán representantes de las distintas regiones, lo que supone una novedad en un grupo que hasta el otro día estaba enclavado, exclusivamente, en Cataluña.
La asamblea de Ciudadanos no tiene como objetivo elegir al líder, sino “hacer partido”. El capital político de Ciudadanos reside en Albert Rivera, así que la dependencia del mismo es absoluta.
Hay un desfase entre el hueco que se abre Rivera en la opinión pública y los resultados de Ciudadanos en las urnas. El déficit electoral tiene que ver con la escasa implantación del partido en el territorio nacional. Como la provincia es la circunscripción electoral, Ciudadanos carece de gente relevante para presentar candidaturas en las 50 circunscripciones. El congreso será, por encima de cualquier otra consideración, un instrumento para fortalecer la organización del partido, su asignatura pendiente.
El PP llega unido al congreso, como corresponde a un partido que está en el poder. Rajoy no tiene alternativa, así que los movimientos internos están pensados en clave de futura sucesión, no de actual sustitución.
El amplio margen de maniobra que tiene Rajoy procede de su incuestionable liderazgo. La dirección del PP es cooptada por el presidente, no es una expresión del sentir de las bases. El debate en los medios se sitúa en la permanencia o no de Dolores de Cospedal en la Secretaría General del partido. Por muchas vueltas que se le dé a la cuestión, no pasa de ser un asunto menor, ya que aunque De Cospedal acumulara los dos cargos (ministra de Defensa y número dos del PP), no implicaría derechos de sucesión.
Es importante ver la composición del equipo de dirección. El desaire realizado por Rajoy a los nuevos valores del partido en la formación del actual gobierno no debería repetirse al elegir al grupo dirigente. En clave sucesoria, la verdadera disyuntiva está entre Soraya Saenz de Santamaría y Núñez Feijóo, pero no está en el orden del día del congreso.
TORMENTA
Bronca en la izquierda. El protagonismo de la asamblea de Podemos reside en la guerra entre Pablo Iglesias e Íñigo Errejón. El congreso del relanzamiento se realiza sobre la base de la lucha sin cuartel entre los dos principales líderes de la organización. Un guion demencial que está tejido por las dos lumbreras del grupo dirigente.
Sería injusto igualar las responsabilidades de Iglesias y Errejón, porque el mayor peso de la culpa recae sobre él primero, que ejerce el cargo de secretario general con autoritarismo y espíritu de secta.
Tras la errática política llevada a cabo durante los largos meses del bloqueo institucional, saltando de la socialdemocracia encorbatada a la recuperación del “anguitismo”, Iglesias plantea ahora el congreso con mentalidad de grupúsculo de extrema izquierda, sin darse cuenta que tiene a su espalda cinco millones de votos, no una peña de devotos.
No han sabido blindar un espacio para discutir a fondo de política y de futuro. La necesaria consolidación del partido y la colocación de instrumentos que amortigüen las tensiones con las “confluencias” no se llevarán a cabo en Vistalegre 2. Será una pelea de gallos sin apuestas. O con ellas.
El congreso del PSOE se anuncia con la organización dividida entre los que quieren recuperar a Pedro Sánchez y los que desean pasar página de la mano de Susana Díaz. Si la cuestión se ventilara ahora, la cita congresual sería traumática, porque no hay condiciones para tejer una síntesis, ya que las razones de parte impiden ver los intereses generales de la organización que se identifican con los de España. Para entender esto último, digamos que está en juego el mantenimiento del orden constitucional, debido a que el retorno de Sánchez llevaría aparejado la alianza parlamentaria con Podemos y el nacionalismo independentista. Una enmienda a la totalidad del sistema.
Con la ayuda responsable de Rajoy, el PSOE está jugando un papel muy útil en el Parlamento, algo que no pudo hacer Pedro Sánchez en sus dos años de líder de la oposición. Desconozco si el sentido común de la comisión gestora, con Javier Fernández al frente, y la eficacia parlamentaria del grupo socialista serán suficientes para dejar a Sánchez reducido a anécdota en la historia del partido.
Si recupera el poder, el parte de daños sería muy elevado, como corresponde a un dirigente aventurero, de los que no tiene el PSOE desde hace ochenta años.

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por JUAN NEIRA

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