El segundo mandato de José María Aznar queda degradado a la luz de la sentencia de la Audiencia Nacional. Falta por ver lo que dará de sí la tramitación judicial del caso Púnica y el caso Lezo, así como otros asuntos escandalosos pero de menor contenido como la adjudicación de másteres. Por si faltaba algún ingrediente, el carismático alcalde de Benidorm, más tarde presidente de la Comunidad Autónoma de Valencia, ministro de Trabajo con Aznar y, finalmente, portavoz parlamentario del PP de Rajoy, Eduardo Zaplana, ha ingresado en prisión sin fianza por el presunto cobro de millonarias comisiones en las obras que adjudicaba como gobernante. Como para defender la tesis de que la corrupción del PP se concreta en unos cuantos casos aislados. Caía espectacularmente en las encuestas, pero con los últimos escándalos puede pasar directamente a despeñarse.

La izquierda ha visto su ocasión y presentará una moción de censura. Pedro Sánchez prefiere preparar las elecciones desde el palacio de la Moncloa a quedarse en Ferraz. Hasta ahora los sondeos no le eran propicios, pero la peana del poder puede obrar milagros. En cuanto a Pablo Iglesias, los dioses le ofrecen la ocasión de borrar el mal paso del chalé de Galapagar. La corrupción es el talón de Aquiles del PP, revelándose inútil la estrategia de Mariano de Rajoy de negar la evidencia en espera de que escampe tras la tormenta. Entre la sentencia de la Gürtel y la moción de censura queda todo un país en estado de perplejidad.