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Luis Arias Argüelles-Meres

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Recuerdos de Oviedo: Cafetería San Francisco

Se inauguró a principios de los años 60, es decir, cuando la ciudad y el país entero, a pesar del régimen imperante, empezaban a abrirse al mundo, o, acaso sería más preciso decir que en aquella década el mundo se asomaba de nuevo a este país, aunque no se lo pusieran muy fácil. Y, desde el primer momento, la cafetería San Francisco anticipó, en lo que a la estética hostelera se refiere, los nuevos tiempos. Nada que ver con los antiguos cafetones, nada que ver con los establecimientos anteriores. Se diría, por tanto, que marcó el signo de los nuevos tiempos en su zona.

ALEX PIÑA 

Desde su apertura, la cafetería San Francisco se convirtió en un lugar de cita para las gentes más cercanas. A este propósito, me gustaría decir que no pequeña parte del vecindario tuvo y tiene que ver con la profesión docente, y, por tanto, también su clientela. Desde entonces, esa zona de Oviedo vino contando con un establecimiento hostelero que, para muchos, sigue siendo una segunda casa.

En lo personal, puedo decir que frecuenté mucho la cafetería San Francisco a lo largo de los años 90, normalmente, por las noches. Tertulias en la barra de gentes que tienen un trato de vecindad, mientras que, en la mesas, se formaban una suerte de islotes ajenos al resto, como si, de forma invisible, hubiera aislamientos que hacían más cómoda la estancia de quienes se iban ubicando de manera más o menos rutinaria.

Cafetería san Francisco con su no sé qué de pulcritud, con ese bienestar que produce saberse a salvo de irrupciones, por lo común inoportunas, del espontáneo de turno; con esa luz que hace destacar las botellas que hay detrás de la barra, con ese mostrador cómodo para leer la prensa, tomar la consumición, acodarse frente a la pantalla televisiva y charlar de lo que se tercie.

Hubo un tiempo en el que acostumbraba a ir casi cada noche los días de semana; solía tomar el café con amistades que, además, eran colegas de profesión. Eran, como escribí más arriba, los años noventa, era la década en la que el PSOE dejaría de ser, casi a su final, el partido hegemónico de España, era la década que dejaba atrás la guerra fría, con su falsamente anunciado ‘fin de la historia’. Era la década que había dejado atrás la caída de un Muro que marcó un antes y después en la historia. Era la década que quiso empezar siendo feliz y confiada.

Mientras el mundo se preparaba para un nuevo siglo y un nuevo milenio, mientras internet llegaba para quedarse y transformar tantas y tantas cosas, en Oviedo, durante aquella década, el ‘gabinismo’ se imponía y dejaba su impronta estética.

Pero, mientras todo esto sucedía, lo cierto es que la cafetería San Francisco se mantenía como algo inalterado, no sólo su estética, sino también su ambiente. Y, desde luego, no era un establecimiento que se anquilosase, que se quedase atrás, sino que, por así decirlo, su personalidad propia le resguardaba de bandazos.

Cafetería San Francisco que, en el intervalo que va de la hora del vermú a las primeras horas de la tarde, se convertía en restaurante. Cafetería San Francisco donde las retransmisiones futbolísticas llegaron con su pantalla grande. Y, sin embargo, tengo la impresión de que no sería muy exacto definir a este establecimiento como un local donde prima el ambiente futbolero, o, más exactamente, que el susodicho ambiente lo acapare y ahogue todo.

Se diría, antes bien, que hay algo en la atmósfera de la cafetería San Francisco que, en todo momento, preserva la intimidad y el ámbito propio de quienes están allí al margen de las pantallas, hablando de sus cosas.

Y, a día de hoy, la presencia de personas del mundo docente continúa en la cafetería San Francisco. Durante varios años, acudía el filólogo y catedrático Jesús Neira. Y, a día de hoy, otro profesor universitario, Teófilo Rodríguez Neira, sigue siendo un cliente habitual. Profesorado de antes, profesorado de hoy, que marcaron y siguen marcando la personalidad de la cafetería San Francisco.

Y vuelvo a los años 90, en cuya década estuve varios años trabajando en el Instituto de Tineo, en cuya década acudía casi todas las noches a este establecimiento, en cuya década pasaba por delante de la cafetería por las tardes camino del colegio de mi hijo que terminaba su jornada escolar a la hora taurina.

Y vuelvo a aquella década, recordando por ejemplo, la jornada en la que sucedió uno de los hechos más rocambolescos de nuestra reciente historia, cuando Roldán, en teoría, apareció en Laos y llegó en avión a España. Todo el flujo de noticias se concentraba en aquel hombre que representaba una época que vivimos de bochorno en bochorno. Al tiempo que atendíamos a los comentarios y a las noticias relacionadas con aquel personaje, nuestra incredulidad se incrementaba de forma acompasada a nuestro desencanto e indignación. Aquello parecía un mal sueño, una broma de mal gusto, un episodio grotesco, y, además de todo eso, el personaje era real.

Cafés, vasos de agua con hielo, interrogantes, perplejidad. Cuatro personas sentadas a la mesa, a quienes nos costaba dar crédito a todo aquello. Del desencanto se había pasado ya a la indignación.

¿Cómo olvidar, por otro lado, aquellas primeras noches, cuando en el camino de regreso a casa, nos encontrábamos ya con el Auditorio que se erigió en pleno apogeo del ‘gabinismo’? Siempre tuve la sensación de que aquello, dejando otras cuestiones estéticas aparte, creaba una atmósfera donde lo abigarrado sofocaba y asfixiaba.

Cafetería San Francisco. ¡Cuántos cafés, cuántas tertulias, cuántas caras conocidas, especialmente de la profesión!

Vino en los años sesenta a marcar nuevos tiempos y, a día de hoy, continúa su andadura como un lugar cómodo, confortable, aislado de la brocha gorda, también de las grandes sacudidas.

Tanto y tanto cristal en los ventanales. Tantas botellas en baldas también de cristal que no sólo decoran y dan lustre al establecimiento, sino que demás añaden ese no sé qué de pulcritud al que aludí más arriba.

Pulcritud sin brillos chillones para días y, sobre todo, para noches sosegadas.

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Sobre el autor

Luis Arias Argüelles-Meres es escritor y profesor de Lengua y Literatura en el IES "César Rodríguez", de Grao. Como columnista, publica sus artículos en EL COMERCIO sobre,actualidad, cultura, educación, Oviedo y Asturias. Es autor de los blogs: Desde el Bajo Narcea http://blogs.elcomercio.es/desde-el-bajo-narcea/ Desde la plaza del Carbayón http://blogs.elcomercio.es/panorama-vetustense/


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