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Miguel Silveira

PSICÓLOGO DE CABECERA

¿DE QUÉ NOS QUEJAMOS?

Hay momentos en los que a uno se le atragantan las palabras o queda boquiabierto de sorpresa. Nos ocurrió estando hace unos días de visita en el primer campo de concentración y de exterminio de Sachsenhausen, cerca de Berlín, del que luego surgirían otros veinticinco, con mil doscientos subcampos o delegaciones de esos campos, repartidos por Alemania y otros sitios cercanos. Por cierto yo no sabía que había campos de concentración y campos de exterminio anejos a los otros.

Eran laS once de la mañana de un sábado y estábamos a un grado con una ligera brisa. En un momento dado, una vez que habíamos atravesado la puerta de entrada y la de vigilancia, donde se podía leer la macabra frase de “El trabajo os hará libres”, mientras el guía nos describía la “zona neutral” o donde el preso que entraba en ella lo hacía para suicidarse, porque un letrero decía que si la traspasaba sería abatido a tiros, uno de los asistentes a la visita se quejó en voz alta de que hacía bastante frio.

El guía con voz seria y grave dijo: “Justo donde pisáis es donde formaban cada día los prisioneros e internos en su pijama de rayas, a muchos grados bajo cero, famélicos, enfermos y sobre todo sin esperanza. Vosotros venís bien abrigados, con guantes y bufanda, con vuestro bocadillo y vuestro móvil. ¿Os parece que hay motivos reales para quejarse?” Se hizo un largo silencio. De allí pasamos a las barracas donde dormían apilados dos o tres por litera, a los urinarios, donde tan sólo se les daban quince segundos para orinar y cuarenta y cinco para hacer sus necesidades mayores y si no le daba tiempo a terminar le castigaban y los que esperaban su turno le arrancaban de la taza para sentarse el siguiente.

Después a la morgue, luego a la pared de los fusilamientos, a la cárcel del campo (sí, había cárcel dentro del campo!), a la enfermería donde se hacían los experimentos macabros y finalmente a los hornos crematorios desde donde sacaban las cenizas, con las que se atrevieron a asfaltar un camino del campo. Desde ese dia no me abandona el recuerdo del contraste entre la queja aquella inocente e impulsiva, que podía haber salido de mi boca ¿por qué no? y la terrible realidad que sufrieron miles de inocentes allí mismo y millones en otros bajo el terror de las SA y las SS de Hitler. A veces nos quejamos de vicio.

Temas de psicologia cotidiana para ayudar a vivir mejor

Sobre el autor

Psicólogo clínico, experto en ansiedad y estrés C/ Carlos Marx,1 - 6º D Gijón (Asturias) http://www.miguelsilveira.com http://www.estresyansiedadonline.com


marzo 2011
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