Me asombra ver a esas parejas que
hasta un momento determinado se querían, pero a partir de otro, acabado su amor
y germinado el odio y el despecho toman la decisión no ya de separarse, están
en su pleno derecho, sino de disponer
uno de ellos del hijo o de los hijos independientemente de lo que el piense y
sienta el otro cónyuge. Al parecer les importa un comino cómo se sienta el otro
y cómo piense y sobre todo les importan un rábano las consecuencias que padezcan los hijos, como si
estos fuesen de cartón piedra o poco menos. Ellos van a lo suyo y disponen de
la vida de los hijos a su antojo. Evidencian con ello no solo una gran falta de
respeto a la pareja y a los hijos sino una falta de sentido común que raya en
lo alucinante. Parece que en el fondo
consideran a los hijos como una mercancía o propiedad personal en vez de ser el
resultado de la aportación de dos en igualdad de condiciones. Saben que no
pueden vender el piso en veinticuatro horas sin permiso del cónyuge pero son
capaces de disponer de sus hijos como disponen de su bolso o su cartera.Quien
así procede además de inmaduro se muestra cruel y despiadado sin consideración
de los efectos que puede producir en esos niños. Uno se pregunta si puede haber
padres o madres desnaturalizados pero a la vista de tales comportamientos no
cabe duda alguna de que existen donde menos lo esperas y surgen cuando menos se
espera. Una mujer o un hombre pueden
dejar de amarse de repente y no están obligados a ello pero si tienen hijos el
panorama cambia totalmente. Ya no son ellos individualmente quienes deben
contar. Deben participar conjuntamente de la decisión que afecta a esos
pequeños pues para eso son sus progenitores y deben actuar con responsabilidad.
No vale tomarse la justicia por su mano
ni decidir a espaldas del otro progenitor. Convierten algunos a los hijos en un medio para vengar cualquier despecho o
afrenta, sin pararse a pensar que son personas que merecen el máximo respeto en
cuanto tales. Uno queda asombrado de
actuaciones que son incomprensibles después de tantos siglos de evolución de
nuestra raza humana. Hay comportamientos que deberían estar penalizados de
antemano para que al decidir alguien se lo pensase un par de veces. Por lo
menos.