¿Has observado cómo los arqueólogos, cuando encuentran una pieza, un hallazgo cualquiera suelen junto a él una regleta para que, al ver la foto, nos hagamos mejor una idea de sus dimensiones reales? . Es decir que, al ponerlo “en relación con” la regleta, se hace mayor justicia a su tamaño. Eso, en esencia, es relativizar. No mucha diferencia existe pensando en  cualquier evento que en nuestra vida pudiera sucedernos. Si lo miramos en si mismo, sin más, si lo absolutizamos, tenderemos a magnificar la importancia que tiene  su significado y por tanto nos preocuparemos en exceso, nos angustiaremos demasiado aumentando la gravedad de dicho evento, aunque este ya sea grave. Si por contra, a falta de regleta lo ponemos “en relación” con otros muchos sucesos padecidos en toda nuestra vida, con personas que sufren también otros impactos o con impactos ya sufridos con anterioridad, es muy probable que su carga emocional subjetiva se viese reducida. Al relativizar las cosas, al compararlas con otras parecidas en momentos distintos, en personas distintas, con/en otras circunstancias, cobrarán distinta dimensión y gravedad. Para evitar que esos impactos ya sea de la salud, la economía, el empleo, a nivel personal, familiar, amistoso o de cualquier manera, es bueno distanciarnos  psicológicamente y poner todo en relación con otras áreas y momentos. Relativizar no es quitarle toda la importancia sino precisamente ajustarla proporcionadamente. Vale para cualquier suceso, sea pequeño,  mediano o sea de gran nivel. Es dar a las cosas la importancia que tienen, no más, no sea que, si el evento es adverso a nuestra causa, nos alteremos en exceso y perdamos la gracia. Ese esfuerzo merecerá la pena para ahorrar sufrimiento, que es de lo que se trata.