La inmadurez que un hijo tiene está en proporción directa con el grado de sobreprotección que los padres ejerzan sobre él desde pequeños. Cuanto mayor sea aquella, más tardará en crecer como persona.
A un niño, adolescente y, joven después, hay que irle acostumbrando a que él mismo resuelva en la medida adecuada los problemas que le van sucediendo. No hay una delgada línea roja a partir de la cual se cae en la sobreprotección pero se puede dar alguna pista para no excederse en el exceso de cuidado.
El criterio mejor es que cuando un niño o adolescente no puede resolver por si mismo un problema le ayudemos un poco en vez de proporcionarle toda la ayuda, a no ser que esté incapacitado. El debe poner una parte de esfuerzo que se le ha de exigir. Es un favor que le hacemos. Es un acto de amor.
Una vez que se va manejando debemos reducir y retirar paulatinamente la ayuda para que finalmente sea él quien lo resuelva, arregle o lo supere.
Todo ello implica sufrimiento pero no hay madurez ni crecimiento personal adecuado sin sufrimiento. Ahora bien, si lo que hacemos es ahorrarle todo el sufrimiento que podamos por la pena y darle todo tipo de facilidades nos iremos encontrando con el tiempo con que no sabe valerse, defenderse, superarse, esforzarse y tendremos un ser humano frágil, débil y dependiente a la par que exigente hacia los demás para que se le ayude, porque se ha acostumbrado mal.
La madurez y fortaleza no son sino un músculo que debe ejercitarse ya que la vida en si es una sucesión y una carrera de obstáculos que deben superarse poco a poco. Si se empieza enseñándoles a superar los más pequeños, en relación a su edad y situación, podremos ir elevando el listón para cuando la vida les presente otros de tamaño mediano y más grande, como indudablemente ocurrirá.
Pero se observa en este país una tendencia a las facilidades excesivas. Un erróneo sentido del cariño y de la educación y un mal escenario, nada prometedor para disponer de unos ciudadanos fuertes, decididos, resolutivos, esforzados. Un fallo sobre el que hay que reflexionar y que hay que corregir antes de que sea tarde y venga luego el llanto.