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Jose Manuel Balbuena

RETORCIDA REALIDAD

Tres cosas sobre la corrupción.

Una. Cada vez que salta un caso de corrupción todo son golpes en el pecho. Ni lo sospechábamos, qué sorpresa, aquí no tiene cabida ningún comportamiento así… Declaraciones altisonantes por parte de los partidos que buscan urgentemente medidas a tomar. Cuando no, como es en el caso de José Ángel Fernández Villa, pactos de consenso anticorrupción. Y lo hemos visto esta semana en el Parlamento asturiano. Los grupos, como no podía ser de otra manera, centraron el debate en torno al exlíder del SOMA. Sorpresa, indignación y disgusto fue lo que ofreció Javier Fernández en el Hemiciclo. Medidas concretas, más bien dos. Primera, que todos los presuntos corruptos sean expulsados en cuanto se les abra juicio oral y segunda, la creación de una comisión de investigación sobre el tema. En cuanto a lo primero, expulsar a un corrupto, es algo que un grupo político debería realizar por sí. Ahora bien, el acta de diputado es personal por lo que, si el golfo quiere, se pasará al grupo mixto mientras dure todo el proceso y santas pascuas. Quiero decir que buena parte de la legislatura habría que aguantarle ahí sentado, como ya ha pasado en numerosas ocasiones. A mí se me hace mucho más eficaz que sea expulsado directamente por ley. Esto es, alguien que entra en juicio –o ha sido condenado- estaría inhabilitado para cargo público sin más. Miren si no el caso de Jaime Reinares, el concejal del PP en el Ayuntamiento de Oviedo. Condenado por revelación de secretos, destituido de todas sus funciones por su partido y  ahí sigue el tío. El acta de edil es  suya y no hay quién le quite. En cuanto a lo segundo, sobre las comisiones parlamentarias, ya sabemos todos que no sirven para mucho. Lo vimos con el «caso Riopedre» en nuestro paraíso natural, y más recientemente con Pujol en el Parlamento catalán. El «muy honorable» fue a echar la bronca. A dar lecciones políticas, mientras los diputados de CiU y separatistas le hacían preguntas infantiles. Digo más, incluso en un alarde de cinismo les vino a decir que no movieran el árbol, porque podía caer más fruta. Increíble.

Dos. Resulta curioso que ahora se quiera investigar por parte del Parlamento el uso de los fondos mineros. Más que nada, ya que en su día cedió esas funciones hacia el SOMA. El sindicato minero tenía poder omnímodo y el máximo órgano de representación de los asturianos se lo consentía. El dinero era de José Ángel Fernández Villa y los suyos, pero no de los asturianos. Una vez me contaron que, cuando se estaba acabando la AS-I (autovía minera), Villa realizó una visita a la obra. No el Presidente asturiano, ni siquiera una comisión de diputados; sino el mandamás de un sindicato minero. A voces, como solía ser su estilo, se dedicó a decir: «Mirar el regalo que os hacen los mineros». Anécdota, por otra parte, muy reveladora de quién mandaba sobre ese chorro de fondos que se invirtieron en las Cuencas. Todo ello, con unos políticos que se lo consentían. No sólo eso, sino que además le facilitaban el manejo a su entero gusto. Si un proyecto, aunque fuese bueno para el resto de los asturianos, no tenía el parabién de José Ángel; difícilmente se iba a realizar. Como digo, ironías del destino que ahora se quiera controlar lo que en su día se entregó sin condiciones.

Y tres. Difícilmente la política, tal y como está concebida hoy en día, podrá prevenir la corrupción. Mientras algunos tengan la mentalidad, como dijo en su día un capullo, de llegar a la misma para forrarse; siempre habrá garbanzos negros dentro de los partidos. Mientras exista la figura del diputado, senador o concejal incrustado en una lista, tampoco. Ningún votante podrá expulsarlo. El sistema de listas abiertas, donde tienen que luchar directamente por una circunscripción, se me antoja mucho mejor. Ahora, por ejemplo, uno puede ser senador por una determinada autonomía y ni siquiera la ha pisado. Caso de Luis Bárcenas en Cantabria. Si tuviera que pelear los votos ante el ciudadano –y no mediante el poder del partido, insisto- otro gallo cantaría. Mientras que el discurso imperante sea el del «y tú más», seguiremos exactamente igual. Sobre todo, porque el ciudadano irá a la urna con la mentalidad de que si no roban los suyos serán los rivales. Mientras todo esto y alguna cosa más continúe, en resumen, sólo nos queda confiar en la Justicia.

Por JOSE MANUEL BALBUENA

Sobre el autor

Economista y empresario. Colaborador de EL COMERCIO desde hace ya muchos años. Vamos, un currante en toda regla


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