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Jose Manuel Balbuena

RETORCIDA REALIDAD

Como siempre.

Aunque parezca que habrá competencia, disputa y candidatos luchando entre sí en torno a un debate de ideas; al final, ya lo verán, todo quedará en nada. Me refiero al congreso del PP asturiano previsto para la próxima primavera. Siempre es igual. En el momento en que el aparato oficial comience a funcionar, irá cercenando las posibilidades de sus rivales hasta dejarlos agotados. Los compromisarios se acabarán doblegando a la voluntad del poder. Quien se mueve, ya saben, no sale en la foto. ¿Margen para las sorpresas? Casi nulo. El candidato oficial –propuesto desde la dirección nacional, claro- parte con una ventaja infinita con respecto a los demás. Hasta ahora siempre ha sido así. Miren si no los ejemplos de Isidro Fernández Rozada y Ovidio Sánchez. El primero dieciséis años en la presidencia y el segundo doce. Este último, por cierto, delegando de forma infame en Gabino de Lorenzo con el resultado que todos sabemos: la escisión y posterior creación de Foro Asturias. Luego vino Mercedes Fernández, quien llegó cuando el partido estaba hecho unos zorros y promovida (¡oh, el dedo divino!)  de forma descarada desde Génova. Ahora, según parece, existe una candidatura alternativa que asegura tener todos los avales necesarios. Su cara visible, la Presidenta del PP de Avilés, Carmen Maniega, dice que hay un grupo de militantes que quieren cambiar las cosas. Cree que aglutinarán el descontento y cifra sus opciones de victoria en un 50%. La verdad, pienso que son mucho menores. Anteriormente, otras candidaturas –Juan Morales (2008) o Manuel Pecharromán (2012)- se dieron de bruces contra un muro. El mismo que levanta el PP asturiano en torno a cualquier alternativa que se quiera plantear. Su estructura vertical, monolítica, está hecha para eso: para que siempre gane el que digan desde Madrid. Eso de competir, de que voten directamente los militantes a través de unas primarias, simplemente, no existe. El PP de Asturias (y el de Mariano Rajoy) las ve como un problema más que una solución. Resultado: el guirigay permanente en todas las agrupaciones. Miren si no el barullo que se ha montado en Avilés (lamentable espectáculo), dos congresos anulados en Gijón (siendo casi una victoria que el último lo convalide la Justicia), y las frías relaciones con Oviedo (el «caso Aquagest» y Agustín Iglesias Caunedo). En resumen, que no esperen ningún cambio. Esto no está montado como en el centro-derecha francés: François Fillon, el candidato al Palacio del Elíseo, no era en absoluto el favorito en unas primarias abiertas, pero arrasó contra pronóstico. Aquí sería imposible.

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Por JOSE MANUEL BALBUENA

Sobre el autor

Economista y empresario. Colaborador de EL COMERCIO desde hace ya muchos años. Vamos, un currante en toda regla


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