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Jose Manuel Balbuena

RETORCIDA REALIDAD

Epitafio.

A los tres o cuatro que leen esto ya se lo había anticipado: creer que íbamos a tener de nuevo una autopista del mar era casi un acto de fe, un milagro. La empresa que pretende llevarla a cabo no ofrece garantías a nadie. Ni a El Musel, ni a Puertos del Estado, ni siquiera a quienes tenían que darle la financiación. El Instituto de Desarrollo Económico del Principado de Asturias (IDEPA) le negó un millón de euros que había solicitado, puesto que el proyecto de Transporte Riva está «sujeto a altos niveles de riesgo». Vamos, que le daban la pasta y no la volvían a ver. Que se iban a quedar a dos velas porque la línea Gijón-Nantes resultaría un fracaso. A todo esto, tenemos que unir las declaraciones de José Llorca, presidente de Puertos del Estado. En el Fórum El COMERCIO aseguró que la anterior concesionaria, LDLines, actuó como una «cazasubvenciones». También que a la naviera francesa le iban a realizar una auditoria en busca de responsabilidades. Estupendo, ¿y qué? Eso a nosotros en qué nos beneficia. Nos devuelve acaso la conexión. Es como si en una película de vaqueros, el bueno aparece después de que el malo se hubiese marchado haciendo una escabechina. Si ya había –y tenía que haberlas- sospechas de que LDLines iba a abandonar la línea de forma irregular, ¿por qué se actúa ahora casi tres años después? Además, Llorca dice que las autopistas del mar tienen que vivir sin subvenciones. Vale, entonces, ¿por qué el gobierno de España le dio hace un año a Vigo 11,9 millones de euros en ayudas? ¿Por qué le compró hasta las rampas de carga y descarga que El Musel tuvo que pagar de su propio bolsillo? Como traca final, aparece la consejera de Infraestructuras del Principado, Belén Fernández. Gran amiga de Gijón, sin duda. Dice que la autopista del mar es «una pieza para nosotros vital». Me parto. Es el chiste triste de este desaguisado. Si es así, ¿por qué la anterior dirección de El Musel –nombrada por el Ejecutivo asturiano- puso todos los inconvenientes del mundo y más a la línea? ¿No se acuerdan cuando ni siquiera facilitaba el tráfico peatonal al barco? ¿Por qué dejó que Vigo se fuese llevando clientes incluso antes de que cerrase? Si en su visión estratégica considera que es «importante para el futuro de la economía regional», ¿por qué el IDEPA no le da a Riva el millón de euros, aunque sepa que es un crédito de alto riesgo? Señora Fernández, a estas alturas, no cuela: todo no es responsabilidad de Fomento. Alguna culpa también tiene su gobierno. Epitafio: «Aquí yace la autopista del mar: todos la querían y entre todos la mataron».

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Por JOSE MANUEL BALBUENA

Sobre el autor

Economista y empresario. Colaborador de EL COMERCIO desde hace ya muchos años. Vamos, un currante en toda regla


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