Domingo por la mañana en un parque de Nuevo Roces. Todo el mundo disfruta de un día soleado. Mucha gente pasea, hace deporte y los propietarios de perros juegan tirándoles la pelota. De repente, y como si fuese parte de una película de terror, un jabalí aparece de entre unos matorrales. Es un macho grande y la toma con una perra a la que manda al veterinario. Su dueño, estupefacto, acierta a hacer únicamente lo que el instinto le manda: para defenderla, la emprendió a patadas contra el suido que acabó huyendo. Ahora bien, la historia hubiera cambiado y mucho si, en vez de una mascota, el agredido hubiese sido una persona, no vamos a decir ya un niño. Madrugada del 20 marzo. Otro jabalí pasea tranquilamente por las calles de nuestra ciudad. La policía empieza a recibir llamadas avisando de que «un cerdo negro» anda por el barrio de Nuevo Gijón. Viandantes asustados refugiándose en los portales, sorpresa general y desconcierto. Afortunadamente, dada la hora y el día laborable, la cosa no llega a mayores. Después de perseguirlo durante más de media hora, lo acorralan y abaten a tiros en un parque de la avenida de Schultz. A todo eso hay que añadir los numerosos incidentes, casi semanales, que se producen en las carreteras del concejo. No hace falta, ni mucho menos, adentrase en pistas forestales remotas para verlos: simplemente, con ir al Infanzón, la Providencia o Castiello de Bernueces uno ya se los cruza. Pues bien, dado que el número de suidos va en aumento y se adentran cada vez más en la ciudad, bueno sería recordar las palabras del director general de Recursos Naturales del Principado: «Debemos aprender a convivir con el jabalí». Es decir, ponga uno en su vida. Por lo visto, tenemos que acostumbrarnos a que, como si fuesen gatos callejeros, estén a pocos metros hurgando en la basura, paseen tranquilamente por nuestras calles o los atropellemos de vez en cuando. Esa es toda la política que desde el Gobierno asturiano consideran necesaria. El mundo rural, siempre tan sabio, ya había advertido hace años de lo que iba a pasar. Existía una superpoblación de estos animales que arrasaba con todo a su paso, mientras que el control necesario se había eliminado por dejadez. Desgraciadamente, no les hicimos caso. Consideramos que eso eran historias de los que viven en el pueblo, mientras que los urbanitas nos creíamos a salvo de dicha plaga. Sin embargo, con el problema encima, nos damos cuenta de que la profecía se ha cumplido: ya están aquí. En apenas quince días dos casos de lo más relevante. Pregunto, ¿a qué tenemos que esperar? ¿A qué haya una desgraciada quizá?