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Jose Manuel Balbuena

RETORCIDA REALIDAD

La biblia anticoche.

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Sí, soy un pecador. Un criminal ecológico. Lo peor de lo peor. Necesito ir a trabajar utilizando un motor y ruedas. En concreto, las de mi moto. Aunque a veces, lo reconozco, también en coche. No queda muy bien decirle a un señor de setenta años: ¡hala, coja la bicicleta que nos vamos a hacer gestiones! Fustíguenme señores del Ayuntamiento, díganme que estoy contribuyendo a que Gijón sea un lugar insoportable. Que lo bueno, según su teoría, sería convertirnos en una especie de mundo feliz -a la manera del libro de Aldous Huxley- donde nos moviésemos siempre a pie. Donde nadie nunca tuviese prisa y los automóviles quedasen en el recuerdo. Pero eso, la verdad, no es más que ciencia ficción. Lo único cierto es que, a los tres o cuatro que todavía trabajamos en esta ciudad, desde el Consistorio no paran de pegarnos patadas en el culo. Lo digo porque el Plan de Movilidad de Gijón 2018-2024 es lo que hace de forma preferente: ser la biblia anticoche. Todo un rosario de medidas para desincentivar su uso, cuando, en la práctica, la mayoría de gijoneses ni lo coge salvo que no le quede otra. Es más, no sé de dónde sale esa leyenda urbana amplificada de que algunos lo utilizan hasta para ir a comprar el pan. He probado estos días a realizar el recorrido desde Laviada a La Arena a veinte kilómetros por hora. Según este documento, es lo que se piensa hacer en estos barrios -junto con el Centro- para disuadir al vehículo particular. ¡Qué agonía, por Dios! Lo primero que me pregunté es, teniendo en cuenta que la limitación a treinta kilómetros por hora ya es mayoritaria en esas zonas, por qué hay que bajarlo a veinte. Por qué no a diez, cinco o incluso, como le gustaría a más de uno, que hubiese que empujar el coche con el motor apagado. ¿Se contamina más acaso por un incremento en la velocidad de diez kilómetros por hora? ¿Existe algún riesgo quizá mayor? Entiendo que no y lo único que se pretende es chinchar. Tocar las narices. En el plan, al que todavía le queda pasar el filtro de 78 entidades que integran el Foro de Movilidad, no he visto ni una sola mención a los que trabajamos (especie en extinción, sin duda). Podían decir, por ejemplo, que se eliminarán los atascos que se forman en las glorietas de Viesques o El Llano. Básicamente, formados por personas que entran o salen de la ciudad por ese motivo. ¡Qué se fastidien! Que vayan en esa red ferroviaria de cercanías obsoleta y retrógrada. Que utilicen nuestra estupenda estación de autobuses que se les cae encima. Total, aquí lo importante es que no haya ni un automóvil más por Gijón. Capital, por lo visto, de los que odian al vehículo particular.

Por JOSE MANUEL BALBUENA

Sobre el autor

Economista y empresario. Colaborador de EL COMERCIO desde hace ya muchos años. Vamos, un currante en toda regla


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