Desconozco por qué pasa. O sea, en qué punto la libertad se entiende como libertinaje, la fiesta se convierte en una especie de desmadre y la situación se descontrola. El porqué, en definitiva, llega la violencia y el caos se instala en medio de una celebración cualquiera. Sin embargo, sucede una y otra vez. Seguro que vieron las imágenes del Xiringüelu en Pravia ofrecidas por EL COMERCIO digital. En ellas, una horda de gente se vuelve agresiva cerca de las tres de la mañana. El motivo: que habían cortado la música y venta de alcohol a las doce de la noche. Empezaron, ni más ni menos, que a aporrear la barra de un chiringuito de forma extrema. Con contundencia, a golpe limpio y exigiendo que se volviese a vender el agua de fuego. Los puñetazos tenían a los camareros asustados y desbordada a la seguridad privada. En esto, apareció el Séptimo de Caballería: una carga de la Guardia Civil sin contemplaciones. A empujones tuvieron que sacarlos de la carpa y más de uno acabó enfrentándose con la Benemérita. En este sentido, la peor parte nos la llevamos en Gijón. Está a punto de cumplirse un mes (14 de julio) de la brutal agresión que sufrió Germán: un muchacho que había salido a disfrutar de la noche después de trabajar. De hecho, todavía sigue inconsciente y con respiración mecánica. El chaval no acaba de recuperarse de semejante salvajada, mientras van incrementándose el número de detenidos o implicados. En este caso, un simple roce en un bar acabó en tragedia. Un grupo de jóvenes persiguió y apaleó a los amigos de Germán, llevándose él la peor parte. ¿Qué pasa? ¿Es que no sabemos disfrutar de las fiestas sin que haya bronca por medio? ¿Es que vamos a vivir este descontrol cada vez que se celebra algo? Desgraciadamente, en este verano casi no ha habido fiesta sin algún tipo de incidente. Y no ya sólo en las concentraciones multitudinarias como las piraguas en Ribadesella, El Carmín de La Pola o La Descarga en Cangas del Narcea; sino también en las verbenas de barrio. Los disturbios se producen incluso en estos eventos mucho más pequeños y controlables. En La Corredoria (Oviedo), por ejemplo, hubo otra paliza salvaje a una pareja. Como ven, el virus de la violencia –hasta de tipo sexual, lo cual es aún más preocupante- se va imponiendo poco a poco. Esa minoría que entiende la diversión en forma desfase, va ganando terreno a una inmensa mayoría que la quiere disfrutar de forma tranquila. Ojo, hago esta reflexión justo cuando acaba de empezar la parte principal de nuestros festejos de Begoña. ¡Qué nadie nos los estropeé! Tengamos, nunca mejor dicho, una Semana Grande en paz y sin disgustos.
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