Ilva es la mayor siderurgia de Europa por tamaño. Se encuentra situada en Italia, más concretamente, en la ciudad de Tarento. En el mes de mayo Arcelor pujó por ella para adquirirla a sus antiguos propietarios, la familia Riva, a la que el Gobierno le había arrebatado el control. Entre otras cosas, por llevarla al colapso financiero y medioambiental. De hecho, cuando sopla viento del norte en el barrio de Tamburi, donde se encuentra ubicado a escasos 250 metros el parque de minerales, el aire se vuelve irrespirable y si llueve el río baja rojo. Incluso los colegios tienen que cerrar por orden municipal ya que resulta imposible vivir. Arcelor ha aprobado un proyecto con medidas medioambientales para esta factoría por importe de 850 millones de euros. Para que se den una idea, diez veces más que el presentado para las plantas asturianas. La situación es tan límite que el Ministerio de Sanidad italiano ha cuantificado que hay entre un 20 y un 30% más de cánceres que en el resto de la provincia. Los habitantes ya no aguantan más y claman a gritos la renovación de unas instalaciones completamente obsoletas. Casi abandonadas a su suerte. Aquí, estamos encantados con que nuestra siderurgia haya presentado un plan de inversiones que asciende a 214 millones de euros. Fue anunciado el lunes de la semana pasada y su objetivo es reducir la contaminación a la mitad. Tanto en su faceta ambiental (calidad del aire), como acústica (ruido) e hídrica (agua) para las instalaciones de Gijón y Avilés. Algo que se venía pidiendo de forma urgente, puesto que, el tema de la contaminación industrial en nuestra ciudad, está a flor de piel. Fueron ya varios los episodios donde el gigante siderúrgico mundial no estuvo a la altura. Me refiero a comunicar de forma fehaciente y previa cualquier accidente en sus factorías con repercusión en la zona oeste. Es más, tuvo que ser nuestro Ayuntamiento, mediante la compra de una estación móvil de vigilancia de calidad del aire, quien levantó la voz de alarma. La situó en El Lauredal y, ¡oh sorpresa!, solamente durante el mes de octubre, superó en veinte días los niveles de partículas permitidos. Algo que descolocó de forma clara a los responsables del Principado: tan acostumbrados siempre a sostener que nunca pasaba nada. Era cuestión del tráfico intenso, decían. Sin embargo, como se demostró con la puesta en marcha del dispositivo móvil, vaya si está pasando. A día de hoy, la situación de Gijón dista mucho de ser tan dramática como en la ciudad italiana. Ahora bien, como no podemos llegar a esto ni por asomo, estaremos vigilantes para que el plan previsto se cumpla sin retrasos ni demoras. No queremos ser Tarento.