La negociación para la financiación autonómica se presenta como un verdadero rompecabezas. Un auténtico puzle donde hay que encajar las piezas sin que falte ninguna. Me refiero, claro está, a que todas y cada una de las comunidades autónomas salgan ganando. Si no, obviamente, empezarán los problemas y las comparaciones odiosas. Los recelos y las balanzas fiscales adulteradas. Tal es así, que no veo a ningún presidente volviendo a casa con un acuerdo peor debajo del brazo. Es decir, uno que implique una menor financiación por habitante que en el sistema existente. Y para eso, se inventarán criterios ad hoc. Si una comunidad tiene muchos habitantes dirá que la ponderen por ello, si están dispersos igual, si la población esta envejecida pedirán tenerlo en cuenta y la orografía también. En definitiva, lo importe es seguir sacando tajada de un Estado que, al fin y al cabo, es el gran financiador del sistema. El que carga con la responsabilidad de alimentar a unas centrales de gasto –lo que son las comunidades- que piden cada vez más. De hecho, en todas las conversaciones previas la preocupación siempre es la misma: no salir mal parado. En Asturias estamos, con una financiación efectiva de 2.468 euros por habitante, en la parte alta de la tabla. Recordemos que la media del conjunto español se encuentra en 2.354 euros. Adquiere una relevancia máxima esta negociación, puesto que, a todas luces, de ahí dependen la mayor parte de nuestros ingresos. En concreto, el 77% de los mismos. Nos jugamos 2.951 millones de euros, de un presupuesto total de 4.485 millones. Pregunto, ¿alguien ve al presidente asturiano, sea quien sea, presentarse con una cifra menor? ¿Y los demás? El problema esta vez, a diferencia de otras, es el tema catalán. Cataluña no se va a conformar con un acuerdo cualquiera y alguna dádiva de este jaleo que han montado los independentistas va a conseguir. Dejemos fuera los sistemas forales vasco y navarro, porque, aunque siempre se monte mucho barullo en torno a ellos, resultan inamovibles. Más que nada, por una sencilla razón: a ver quién le pone el cascabel al gato. A ver quién le dice a Euskadi y Navarra que les van a cortar el grifo de un cupo recogido en la Constitución. Sin embargo, el resto nos vamos a repartir una tarta donde un comensal tiene un hambre voraz. Ha reclamado de forma vehemente mayor ración y es objetivo del Gobierno central, porque así interesa, dejarlo bien alimentado para que no dé problemas. Seguramente, cuando acabe el sudoku de la financiación autonómica habrá ganadores y perdedores. Eso sí, se tratará de disimular para que se vea lo menos posible.