Severino García Vigón ha entrado en un proceso de autodestrucción. La crisis abierta en la Federación Asturiana de Empresarios como consecuencia del enroque del líder de la patronal no tiene más solución que la convocatoria cuanto antes de elecciones para que los asociados puedan decidir sobre la persona que lleve las riendas de Fade en este periodo tan complejo que estamos viviendo.
Vigón está aplicando una receta peligrosa en la agrupación, el régimen presidencialista en su máxima expresión, el ordeno y mando, haciendo rodar cabezas, destituyendo al que se mueva en la foto. Mal final para una persona que, con mucho mérito por su parte, logró hacerse con la dirección de la patronal asturiana hace nada más y nada menos que dieciocho años en un momento de división importante, aunque quizás menos relevante que el de ahora.
Severino tuvo como virtud en todo este tiempo su capacidad para aglutinar, para unir a las empresas asturianas y organizaciones sectoriales de toda índole en torno a un proyecto que fortaleció la patronal para convertirla en contrapeso poderoso de los poderosos sindicatos. Pero el proyecto que construyó, él mismo lo está ahora desbaratando.
Claro que puede haber quién piense que a Severino García Vigón fueron los propios empresarios que ahora le dan la espalda los que permitieron que acumulara el poder que tiene y que ejerce con vigor, pero con ello no se justifica lo que parece injustificable. El jefe de la patronal ha repartido trigo a unos y otros al tiempo que iba sumando apoyos y nadie osó frenarle los pies por comunión de intereses. La misma comunión que le llevó a hacerse con la presidencia de la Cámara de Oviedo a través de un plan que tenía como objetivo dominar todo el sector empresarial asturiano. Cámara, por cierto, a la que no tardará en llegar la convulsión originada en Fade. Severino es un producto de todo ello.