José Cosmen Adelaida, el empresario cercano, afable, lleno de sabiduria y austeridad, el hombre que, pese a crear un imperio, nunca quiso marchar de Asturias para continuar cerca de la familia, de los suyos y de las raíces que forjaron su personalidad, deja dos enormes legados: el grupo empresarial y una nueva generación, sus ocho hijos, que han venido tomando el testigo del ‘Patriarca’ sin fisuras, siguiendo el protocolo que les ha venido trazando desde siempre su padre.
Hay quien pueda sostener ahora que con su fallecimiento, tanto el grupo empresarial como el futuro del consejo familiar por el que se venían rigiendo las grandes decisiones de los Cosmen desde el año 2001, cuando sus seis hijos varones Jacobo, Andrés, Felipe, Fernando, Jorge y José, se reunieron en el Tibet para repartirse los papeles y definir la estrategia por unanimidad, entren en una fase de incertidumbre. Razones existen para pensar en ello.
Por un lado, la situación del ‘holding’ no es tan boyante como hace ocho años, cuando ALSA cerraba la operación con la compañía británica NX logrando un ingente liquidez, para afrontar una etapa totalmente distinta. El entramado familiar carga en estos momentos con algunas operaciones delicadas desde el punto de vista financiero, producto de aventuras fallidas, arriesgadas, endebles ante las fauces de la crisis o excesivamente ambiciosas para un clan que, ante todo, tuvo como principal virtud la prudencia.
Por otro, una vez que el ‘Patriarca’ ya no está, sus hijos tienen una tarea bien difícil por delante. José Cosmen Adelaida no era solo su padre, el conductor de todas sus acciones, sino la persona que aglutinaba, que resolvía cuando surgían diferencias, el consejero…
En el consejo familiar de la generación número doce, Pepe Cosmen no tenía voto, pero se le escuchaba, era la voz de la experiencia, de la sabiduría y por su capacidad de persuasión, por la confianza que generaba su palabra, llegaba a inclinar la balanza. Ahora queda su memoria, los diarios que ha venido escribiendo a lo largo de toda su vida, y las cuatro haches que, a modo de lema familiar, inculcó a sus descendientes: humor, humanidad, honestidad y humildad.